No juzgues
No juzgues, o serás juzgado, dijo Jesús. ¿Qué significa eso? ¿Quiso el Maestro decirnos que hay algún sistema divino de “filtro”, quizás un algoritmo, que clasifica a los hijos de Dios, y que aquellos que no tienen registros de haber juzgado en su vida -sin ‘clics’ de juicios – reciben un pase libre para el más allá? ¿O tal vez estaba sugiriendo algo más?
Las palabras “juzgar” y “ser juzgado” evocan la desalentadora imagen de ser llevado encadenado ante un tribunal de justicia, para luego ser liberado o (lo más probable) condenado, con el consiguiente castigo. Esto es diferente de lo que podríamos llamar “discernimiento”, la evaluación de cualidades sin asignar valor moral. El ojo experimentado de un pintor puede discernir innumerables matices de color, pero al elegir uno en vez del otro para la paleta, el artista no está diciendo que otros tonos sean malos o deficientes; es solo que no sirven para el presente propósito.
El juicio, por otra parte, es similar a una respuesta del sistema inmune; es un rechazo vigoroso de algo percibido como no perteneciente a “mi” o a “mi estructura.” Naturalmente, nuestro cuerpo tiene que defenderse, pero en algunas circunstancias nuestro sistema inmune puede, paradójicamente, hacernos menos saludables. El sistema puede responder tan vigorosamente a algunas sustancias que el cuerpo se apaga por completo y la persona muere, no por el efecto de la sustancia misma, que puede ser trivial, sino por la propia reacción del cuerpo. Un ejemplo es el shock anafiláctico que experimentan algunas personas por el contacto con el maní. Otro ejemplo de una respuesta no saludable es cuando el sistema inmunitario reacciona, no a las influencias externas, sino a partes de sí mismo, lo que se denomina ‘enfermedades autoinmunes’.
Estas condiciones también nos muestran lo que puede suceder espiritualmente cuando nuestra facultad de juicio es demasiado activa. Ciertamente, todos conocemos personas sentenciosas (que nos incluyamos en esa categoría es una cuestión de conciencia) cuya reacción a lo que sea “ajeno” a ellas es desproporcionada con respecto al daño que puedan experimentar por ello. Aún peor, y tal vez esto es lo que Jesús advertía, es que, cuando caemos en el juicio, estamos obligados a vivir en el mundo de las limitaciones, y perdemos de vista la perfección.
Una forma de ver al ser humano es como una colección de formas y expresiones que rodean una semilla de conciencia Divina. Las formas y expresiones son necesariamente limitadas, y en nuestro aspecto limitado, nadie es perfecto; todos tenemos fallas. Pero el infinito no necesita hacer juicios; asimila todo. Si deseamos seguir otro sabio consejo dado por Jesús, ser perfectos como nuestro Padre celestial, tenemos que dejar de juzgar y encontrar espacio para todos dentro de nuestros corazones.
Hacer esto retira una tremenda carga del corazón: soltamos la necesidad de gobernar el mundo, y permitimos la posibilidad de que nosotros mismos seamos perdonados por todas nuestras incontables deficiencias.
Traducido por Juan Amin Betancur