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Aprende de tus errores

Sucedió una vez que mulá Nasrudín había ahorrado algunas monedas, y decidió comprar un burro. Fue al mercado, estudió los animales que había allí, compró uno que parecía prometedor y ató una cuerda alrededor de su cuello para emprender camino a casa.

A medida que avanzaba, el mulá pensaba profundamente en todos los beneficios que obtendría de su nuevo burro, arando aquí, llevando allí y todo eso, y estando tan perdido en sus pensamientos llamó la atención de dos hombres, -el tipo de vagos, deshonestos que siempre están al acecho en los alrededores de un mercado. Pensando aprovechar la distracción del mulá, se acercaron en silencio detrás de él, desataron el burro, y luego uno de ellos ató la cuerda alrededor de su propio cuello, mientras que el otro se llevó el burro.

Cuando Nasrudín llegó a su casa, se sorprendió al descubrir que no llevaba un burro sino a un rufián de dudoso aspecto. “¿Quién eres?”, inquirió.

“Oh, Dios sea alabado”, dijo el hombre, cayendo de rodillas y besando las manos de Nasrudín. “Me has salvado, maestro, de un terrible castigo. Has de saber que cierta vez, por decir una malísima palabra a mi querida madre, me convertí en una bestia. Y es solo al quedar ahora bajo tu santo cuidado que he sido restaurado a mi forma humana. ¡Que la misericordia de Dios sea alabada!”, y llevó las manos de Nasrudín hasta sus ojos y logró llorar algunas lágrimas (siempre una habilidad útil para una persona así).

El mulá estaba bastante conmovido, y un poco impresionado consigo mismo por haber podido ayudar a alguien en semejante situación, e inmediatamente desató la soga, le dio al hombre un consejo piadoso para que en adelante viviera una vida virtuosa, y despachó al rufián en su camino.

Al día siguiente, sin embargo, comenzó a pensar de nuevo sobre los beneficios de tener un burro, y entonces encontró algunas monedas más en algún lugar y regresó al mercado. Estudiando a los burros en venta, para su sorpresa vio allí al mismo animal que había comprado el día anterior.

“Ahora mira”, dijo el mulá, moviendo su dedo frente a la nariz del burro, “obviamente eres un caso perdido. ¿Es que no puedes aprender de tus errores? Y no esperes que te salve de nuevo, no me puedo permitir este gasto”.

Traducido por Juan Amin Betancur

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