Musharaff: La muerte de mi padre
Lo que sigue ha sido tomado de las memorias, Pages in the Life of a Sufi, de Musharaff Moulamia Khan, el hermano menor de Hazrat Inayat Khan. Aquí cuenta algunos sucesos que rodearon el fallecimiento de su padre, Rahmat Khan. El extracto ha sido editado debido a su longitud.
Mi padre murió cuando yo tenía alrededor de trece años de edad, y uno puede ver cómo la vida interior puede ligarse místicamente con la vida exterior. Alrededor de un año antes de su muerte, mi padre había soñado con Hazrat Ali, – el primo del Profeta Mahoma -, que fue llevado a su funeral sobre el lomo de un camello y se mostró él mismo a mi padre, diciendo: “Este es el camino para que todos partan”. Y luego desapareció de la vista de mi padre. A la mañana siguiente, mi padre despertó y, cuando se encontró con su sobrino Moulwi Mehr Bakhsh, le contó este sueño y le dijo: “Me parece que se acerca el momento de abandonar este plano terrenal”.
Cuando Rahmat Khan enfermó, su deseo era no molestar a su hijo mayor, Inayat Khan, quien estaba de viaje debido al trabajo de su carrera musical; pero en su corazón anhelaba tener a Inayat Khan cerca de él, así como a los otros dos hijos, que vivían con él en Baroda. Aquí podemos ver cuán cierto es el dicho que los pensamientos tienen alas. El anhelo del padre por su hijo mayor era un poder en sí mismo pues tuvo un efecto dinámico sobre su hijo que vivía en Calcuta. Inayat Khan vio en un sueño que su padre estaba enfermo y que lo añoraba. Como la vida de Inayat Khan se había dedicado al cultivo interior, el camino espiritual, esto le permitió comprender su sueño con claridad y sin ninguna duda. Por la mañana, envió inmediatamente un telegrama a su hermano Maheboob Khan, preguntando, “¿Cómo está mi padre? Por favor dímelo de inmediato”. Maheboob Khan respondió que su padre estaba enfermo. Al escuchar esto, Inayat Khan decidió dejar Calcuta para dirigirse a Baroda, donde llegó después de dos o tres días de viaje. Llegó a casa a la medianoche, lo que nos dio a todos una gran sorpresa y nos llenó de emoción, afecto y amor.
Al enterarse de su llegada, el padre, con su corazón lleno de amor, exclamó: “¿Dónde está?”, y olvidándose de su propia enfermedad y su débil condición en cama, se levantó. Cuando su hijo entró, se dirigió inmediatamente a los pies de su padre, quien inmediatamente lo levantó, y ambos se abrazaron durante un buen rato. Entonces los dos se sentaron en el suelo e Inayat Khan me llamó de inmediato para que viniera y me sentara en su regazo, y me besó y me mostró su amor. Como sabes, la raza oriental es muy emotiva y afectuosa.
La gran alegría de tener a su hijo amado Inayat Khan a su lado hizo que mi padre olvidara su enfermedad, y al día siguiente, por su júbilo, fue a ordenar a la dulcería un postre de la India para toda la familia, incluso para los vecinos, para celebrar la alegría de la llegada a casa de su amado hijo. La familia no podía entender cómo era posible que alguien tan enfermo pudiera atender esto, pero era el poder de su amor – esto lo hizo superar su enfermedad. Esto muestra que Dios es Amor y en el amor está todo poder. Es por esto que la enseñanza del Sufi se basa en el cultivo del corazón y el camino del amor.
Después, durante el final de la enfermedad de Rahmat Khan, Inayat y Maheboob estaban de viaje, pero yo estaba allí al servicio de mi padre, aunque yo era muy joven; tenía unos trece años. Antes de que su alma abandonara este cuerpo mortal, yo estaba presente, acariciando sus hombros y espalda, pero de repente me pidió que me alejara de él. Yo estaba muy asombrado. Cuando, tres días después del fallecimiento de Rahmat Khan, Inayat regresó a Baroda, le conté todo lo que había sucedido mientras estaba cuidando a mi padre; cómo en un momento me dijo que me fuera de su lado. No podía entender por qué me habló de esa manera y esto me causó tristeza en el corazón. Pero mi hermano mayor me lo explicó de una forma tan bella, y esto me consoló mucho y me dio una sensación de alivio. Me dijo que mi padre quería que me fuera de su lado porque no deseaba tener ningún apego ante su vista mientras su alma se marchaba; él deseaba en ese momento tener solo el pensamiento de Dios y ofrecer su oración. Por esta razón me pidió que lo hiciera. Y la segunda razón fue que yo era demasiado joven, que no debería tener una impresión tan desdichada a esa edad.
Traducido por Juan Amin Betancur