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Opiniones

Algunos temas parecen provocarnos para expresar una opinión: la política es un ejemplo (hay un dicho que describe esta fascinación humana: “Dos personas, tres partidos políticos”). La educación de los niños es otro tema similar. Si una conversación se dirige hacia la mejor manera de educar a los jóvenes (¿más disciplina?, ¿menos?, ¿estudio dirigido?, ¿exploración de libre elección?), todos querrán presentar su idea, ya sean abuelos, padres, o tal vez no tengan hijos. Observa de cerca a ese grupo, y también observa tus propias reacciones en el flujo y el reflujo, y podrás ver que en muchos casos las opiniones están saliendo a la superficie no por una firme creencia sino simplemente porque otros están haciendo una declaración. Cada punto de vista puede tener detrás algo de razón, pero su expresión es una especie de acción refleja. Podemos ver algo similar entre nuestros amigos caninos: si un perro ladra, cualquier otro perro de la vecindad también sentirá el impulso de ladrar.

Con esto en mente, puede ser un experimento interesante con uno mismo en tal discusión el de guardarse las propias opiniones, no para reprimirlas o censurarlas, sino simplemente para escuchar y hacer algo de silencio. El experimento puede mostrar algunos resultados sorprendentes. Podemos descubrir, por ejemplo, que la primera opinión que surgió de nosotros fue solo una reacción a lo que dijo otra persona; al reflexionar sobre ello, podremos ver el asunto desde un lado muy diferente. Como regla general, cuando hablamos tendemos a hacernos los sordos a lo que los demás dicen, lo que no siempre es útil; manteniéndonos quietos por un momento, podremos escuchar algo – o recordar algo – que amplía nuestro horizonte.

Mantenerse en silencio por un momento también nos permite evaluar con más cuidado la relación entre los demás y sus propias opiniones. Hay algunos que hablan sin pensar, y que repiten algo que les dijeron y hay otros que hablan por experiencia o razonamiento reflexivo. Con esa conciencia, nuestra propia urgencia de hablar puede ser moderada.

Y también podemos encontrar que al guardar algo de silencio y escuchar a los demás, todo lo que digamos tendrá más significado, tanto para nosotros como para el resto. Hazrat Inayat Khan habló a menudo del poder que podemos acumular al cerrar nuestros labios. Y si tomamos suficiente fuerza interior, podemos descubrir que no es necesario hablar en absoluto, aunque nuestro silencio pueda no ser siempre comprendido. En el Nirtan, Hazrat Inayat dice:
A menudo las personas me hacen preguntas que no puedo contestar bien con palabras,
y me causa pena pensar que no son capaces de escuchar la voz de mi silencio.

Traducido por Juan Amin Betancur

 

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