Cuentos: Pago Justo
He aquí una historia tradicional narrada de diferentes formas en diferentes países. Quisiéramos pensar, que después de la sentencia emitida, el juez le ofreció al pobre hombre una buena comida.
Sucedió una vez hace mucho tiempo que un pobre hombre llego errante a la plaza de una pequeña aldea en un día de mercado. Este hombre solo poseía los vestidos que llevaba puestos, entonces ¿por qué vendría al mercado? podríamos preguntarnos. Porque también estaba hambriento, y la vista y los olores de la comida lo atrajeron como un imán
En una esquina de la plaza, un carnicero asaba carne sobre una cama de brasas ardientes. Los jugos que borboteaban de la carne chorreaban y chipoteaban en el carbón, enviando hacia arriba nubes de un fragante humo que para el hombre hambriento resultaron muy embriagantes. El pobre se aproximó tanto como pudo a la carne, y luego, sacando de su bolsillo, una corteza de pan viejo, la sostuvo en el humo, esperando captar un poquito del sabor.
Pero el carnicero, un astuto hombre de negocios, que sabía que uno no se hace rico siendo generoso con los tontos, vio lo que estaba haciendo y dijo “¡Tienes que pagar por esto! ¡Me debes treinta centavos!”
“¿Cómo puedo deberte algo?,” pregunto el pobre hombre, “¡No he tomado nada tuyo!” “Tomaste lo que no has pagado”, replicó el otro, “¡el aroma de mi carne asada!” Y empezaron a discutir.
En poco tiempo, por supuesto, la mayoría de la aldea se adhirió, algunos a favor del pobre hombre, otros con el carnicero. Al final la discusión se acaloro tanto que toda la multitud fue junta donde el juez local, que estaba con unos amigos en una casa de té cercana.
El juez escucho cuidadosamente las historias, la queja del carnicero y la inocente negación del pobre hombre, y luego le pregunto, “¿Tienes algo de dinero?”. De mala gana, el pobre hombre busco por todos lados y finalmente saco de un bolsillo una sola moneda. El juez la tomo y la sostuvo en alto para que todos la pudieran ver.
“Mira” dijo al carnicero. “Tú quieres que él te pague treinta centavos por el olor de tu carne, Y esta moneda es de diez centavos”. Entonces golpeo tres veces la mesa con la moneda.
“Por el olor de tu carne”, dijo el juez, “se te ha pagado con el sonido de la moneda. Ahora vete”. Y le devolvió la moneda al pobre hombre.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel
Recibimos de lo que damos,,, pero…sabemos lo que damos ?…