Cuentos: La intuición de Nasrudin
Sucedió una vez que Nasrudin estaba sentado con un amigo, viendo a las multitudes empujar y agitarse a su alrededor el día del mercado. Quizás fue el ruido o el calor, pero el mulá se sentía un poco cínico con la naturaleza humana, y le dijo a su amigo: “Esta gente no sabe cómo pensar por sí misma. Son como ovejas”.
“¿Por qué lo dices, mulá?” preguntó su amigo.
“Mira por ti mismo”, dijo el mulá. “Un granjero grita:’¡Buenos pepinos!’ y todos se reúnen a su alrededor, hasta que otro grita:’¡Mis pepinos son mejores!’ Y todos van a él. Entonces un tercer granjero grita: ‘Los mejores pepinos, desde Damasco’ y no tienen ni idea de dónde está Damasco, pero todos van hacia él. ¡Son ovejas!”
El amigo no estaba convencido. “Seguramente hay algunos que piensan por sí mismos”.
“Te digo,” dijo Nasrudin, “”que si me levanto y digo cualquier tontería que se me ocurra, el mercado quedará vacío en cinco minutos. Mira.”
Con eso, el mulá se puso de pie en un banco y empezó a gritar. “¡Gente! ¡Escuchen! Buenas noticias! El gobernador se siente generoso, y ha decidido dar una pieza de oro a todos los que lleguen a su puerta antes de la próxima llamada a la oración”.
Hubo un silencio repentino, y luego cuando la noticia corrió entre la multitud, todos comenzaron a empujar hacia el palacio del gobernador. Pronto el mercado estaba casi desierto.
“Muy impresionante, mulá”, dijo el amigo.
“Eso no importa”, dijo Nasrudin, poniéndose de pie. “¡Vamos! Tenemos que estar allí antes de la llamada a la oración”.
“Pero, Nasrudin–” dijo el amigo asombrado, “¡tú mismo inventaste esa historia!”
“Cierto”, dijo Nasrudin, “pero nunca se sabe, podría haber sido mi intuición hablando”.
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.