Cuentos: La botella de latón y la sabiduría del cuervo.
Sucedió una vez, hace mucho tiempo, que cierto hombre estaba caminando por la orilla de un inmenso mar, cuando se cruzó con algo que nunca antes había visto. Mirándolo fijamente, descubrió que era una botella de latón de una forma inusual, cubierta por todo lado con extraños signos y escrituras. En el cuello de la botella había un tapón, sellado con plomo.
Levantándolo, descubrió que era pesado para su tamaño y determinó que debía contener algo, ¡quizás de gran valor! Así pues, comenzó a desprender el plomo y sacar el tapón. Si él hubiese podido leer lo que estaba escrito en la botella, hubiera sabido que era peligroso hacerlo, pero, por desgracia, no todo el que camina por la orilla del mar, sabe leer.
En el instante en que el tapón fue retirado de la botella, un vapor extraño, vivamente coloreado comenzó a salir de la botella, una nube turbulenta y asfixiante fue subiendo hacia el cielo hasta formar una enorme e imponente figura junto al hombre. Era un enorme y poderoso genio, con ojos centelleantes y un rostro muy enojado.
“¡Por fin!”, rugió el genio, “Después de mil años de prisión, ¡estoy libre! Miserable humano, ¡prepárate a morir!”
“¿A morir?”, dijo muy sorprendido, el hombre. “Pero, ah, su señoría, ¡fui yo quien os liberó! ¿Por qué querrías matarme?”
“Fue por el poder del hombre que fui encarcelado”, rugió el genio, “y durante todos estos años de oscuro confinamiento, he jurado por el anillo de Salomón que cuando fuera libre de nuevo, mataría a cada humano que conozca”.
“Pero, soy inocente, ¡se misericordioso!, suplicó el hombre.
“¿Misericordia?” se burló el genio. “¿Qué saben los humanos de misericordia?”
“Entonces”, tartamudeó el hombre, “¡se justo! Sin duda merezco algo por liberarte” dijo. Y entonces, buscando ayuda desesperadamente, añadió, “¡Por el anillo de Salomón!”
El genio, lo miró con desprecio. “Muy poco sabes de ese anillo,”, dijo. “Pero estoy de acuerdo en esto: haremos que juzgue este caso el primer ser que pase. Si ese juez te declara digno de misericordia, te liberaré de tu condena”.
El hombre miró a su alrededor con la esperanza de conseguir ayuda, pero la playa era amplia y estaba vacía. Entonces, un cuervo pasó volando. “¡Cuervo!” gritó el genio. “Ven aquí y escucha nuestro caso”.
Cuando el cuervo se unió a ellos, y el tema le fue explicado, inclinó su cabeza, mirando al genio y luego al hombre, luego de nuevo al genio y finalmente a la botella que yacía sobre la arena. “No estoy seguro de entender”, dijo, “¿Ustedes dicen que tú, genio, estuviste prisionero en esa botella?
“Durante mil años”, dijo amargamente el genio.
El cuervo saltando se acercó hacia la botella y se inclinó hacia delante, mirando dentro de ella. “Eso no parece posible”, dijo, “Tu eres grande y la botella es pequeña. Ni siquiera yo podría entrar en ella”.
“Pájaro ignorante”, dijo el genio con desprecio, “no sabes nada sobre mis poderes. Puedo ser tan pequeño como un grano de arena, si así lo deseo”.
“No”, dijo rotundamente el cuervo, “Esto no tiene sentido. No puede ser que tú hayas estado en esa botella. Quizás lo imaginaste”.
Relámpagos centellaron de los ojos del genio. “¿Imaginarlo? ¡Te mostraré!” y entonces, comenzó a encogerse y contraerse y fluir de nuevo dentro de la botella.
Y cuando el último aro de vapor se había deslizado dentro de la botella, el cuervo rápidamente volvió a poner el tapón en ella.
Luego, mirando al atónito hombre, dijo, “Y ahora, humano ignorante, estás advertido. Nada es más curioso que un cuervo, pero también somos sabios. Sabiduría es saber que no todo lo que se puede abrir, deba ser abierto”. Y con eso, el cuervo se fue volando.
Traducido por Inam Anda
Qué buen cuento! y bueno también que haya aparecido el cuervo y no el león! Gracias!!
Si, es verdad, el hombre tenia suerte!