Cuentos: El Desafío
Érase una vez, quizás en Japón, o tal vez en otra tierra, había un cierto Maestro de la Espada cuya habilidad era tan grande que parecía ser invencible. Mantenía un gran dojo*, con muchos estudiantes, quienes estaban, por supuesto, impresionados con él, e hizo todo lo posible por enseñarles el dominio del cuerpo y la mente a través del camino del guerrero.
Un día un extraño llegó a la puerta del dojo, declarando que había venido a desafiar al Maestro. Esto no era inusual, un maestro de artes marciales espera desafíos. Lo extraño, sin embargo, era el propio retador: un anciano, inclinado con la edad, quien caminaba con pasos inciertos y quien ni siquiera llevaba una espada. “Abuelo”, dijo el estudiante que lo recibió en la puerta, “¿estás seguro? Quizás te gustaría desafiar a uno de los estudiantes, primero”.
“No, no”, dijo el anciano, “He venido a desafiar al Maestro del dojo”.
Y como hubiera sido descortés rechazarlo, el alumno lo llevó ante el Maestro.
El Maestro se quedó muy quieto y estudió al anciano, tal vez tratando de deducir qué había detrás de esta solicitud. Luego dijo: “Denle una espada”. Inmediatamente, uno de los alumnos pasó adelante y respetuosamente puso una espada ante el anciano. El Maestro permaneció de pie con su arma lista, en un profundo y cargado silencio, esperando a que el anciano comenzara su ataque.
Pero el anciano no tocó la espada. Sólo la miró pensativamente por un momento, y luego, mirando al Maestro, dijo: “Esto trae a la memoria el accidente que le ocurrió al fabricante de espadas de la Montaña del Tigre Blanco, cuando quiso hacer su obra maestra final como un regalo para el Rey Dragón del Séptimo Reino. ¿Quizás conoces el cuento? El fabricante de espadas, cuyo nombre era Lu, había vivido durante cuarenta años recluido, soportando muchas dificultades, absteniéndose del vino e incluso del té mientras perfeccionaba su oficio, y sus espadas se habían vuelto legendarias por tener espíritu vivo en ellas…”
La voz del anciano tenía algo del crujido del bambú en el viento mientras contaba la historia del fabricante de espadas, y algo del murmullo de un pequeño arroyo en un cálido día de verano. Los alumnos de pie alrededor del perímetro del dojo, escuchando, no tenían idea de cuánto tiempo habló, pero al final se dieron cuenta del silencio. Y cuando el anciano se detuvo, los alumnos vieron algo que nunca antes habían visto. Con gran humildad, el Maestro de la espada bajó su arma y la colocó ante el anciano como señal de derrota.
“¿No lo entienden?” Dijo el Maestro a los asombrados alumnos. “No les he dicho una y otra vez: ‘¡Esté presente! ¡Quien se aleja del momento será derrotado!’ Y este hombre me llevó muy lejos del presente. Su habilidad es mayor que la mía”.
*Ndt: Lugar de meditación y práctica del Budismo Zen, y de las artes marciales tradicionales del Japón, el cual fue adoptado en la práctica de muchas otras disciplinas.
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.