Cuentos: El consuelo del sordo
Sucedió una vez que un sordo llegó a saber que alguien en su pueblo estaba enfermo, y pensó para sí mismo, “Es un deber religioso visitar a los enfermos y confortarlos. Iré hoy a verlo. Seguramente un poco de charla hará que se sienta mejor”. Pero al ser, como él pensaba, un hombre perspicaz, había notado que la mayoría de las personas parecía incapaz de hablar más alto que un balbuceo, tal vez por alguna discapacidad física, por lo que decidió primero prepararse.
“Cuando entre”, pensó, “Diré, ¿cómo estás?”, y el enfermo dirá, “estoy bien, gracias por preguntar”. Y luego diré, “gracias a Dios. Me alegra escucharlo, ¿y qué medicina has estado tomando?” Entonces, por supuesto me dirá que está tomando tal y tal medicina, y, para ser positivo, le diré, “¡enviada por la Mano Divina! Es justo lo que necesitas. ¿Y quién es tu médico?” Él dirá, “El Dr. tal y tal”, y voy a decir, “el mejor en este caso, espero que venga a verte hoy”. Entonces tal vez pregunte si me gustaría una taza de té y le diré, “No gracias, ha sido muy reconfortante verte así”.
Estando así preparado, el sordo fue a la casa del enfermo. Sentado junto a la cama, dijo, “¿Cómo estás?”.
“Nunca me he sentido peor”, dijo sin fuerzas el enfermo, “creo que estoy muriendo”.
“Gracias a Dios”, dijo el sordo, “me alegra escucharlo, ¿y qué medicina has estado tomando?”
Sorprendido, el enfermo dijo, “No sé. Pero el efecto ha sido como el de un veneno. Cada pastilla me empeora”.
“¡Enviada por la Mano Divina! Es justo lo que necesitas. ¿Y quién es tu médico?
Ahora, profundamente ofendido, el enfermo dijo: “¿Qué te importa? ¡El Ángel de la Muerte!”
“El mejor en este caso. ¡Espero que venga a verte hoy!”, dijo el sordo con una sonrisa.
“¡Si viene, le enviaré primero a verte a ti!” gruñó el enfermo.
“No, gracias”, dijo el sordo, “ha sido muy reconfortante verte así”.
Y así el sordo salió, sintiéndose muy complacido con su acto de virtud.
Traducido por Inam Rodrigo Anda