Cuentos: La casa de oración
Sucedió una vez que Nasrudín viajaba por una zona desierta del país, cuando una poderosa tormenta rompió sobre él. La lluvia caía y un ventarrón imponente amenazaba con derribarlo. Cada vez era peor, pero de repente, a través del ruido, escuchó que alguien lo llamaba: “¡Mulá! ¡Mulá! ¡Por aquí! ¡Aquí puede refugiarse!”.
Apenas logrando ver, el Mulá siguió la voz a través del enceguecedor aguacero y se encontró a sí mismo en un edificio pequeño, viejo y desvencijado que, de cualquier manera, le ofrecía refugio contra la tormenta.
“Bienvenido”, dijo el hombre que lo había llamado, “qué tormenta tan terrible la que nuestro Señor ha enviado, pero aquí estará a salvo, pues esta es una casa de oración. Ha sido santificada por los fieles durante muchos años, y seguro Dios cuidará de ella”.
El Mulá miró dudoso a su alrededor. Las paredes se estremecían y temblaban por la golpiza del viento. “¿Estás seguro, hermano?”, preguntó.
“¡Sin duda!”, dijo el hombre. “¿Por qué? Esta casa es tan santa que hasta dice oraciones por sí misma. Escucha”. Ordenó, mientras las vigas crujían sobre ellos por la presión del viento. “¡Están alabando el poder del Todopoderoso!”.
“Eso está muy bien”, dijo Nasrudían, “que lo alaben todo lo que quieran, ¡mientras no decidan postrarse!”
Traducción por Prajnabai Betancur