Cuentos: Enseñándole a leer a un asno
Como todos sabemos, el mulá Nasrudín podía ser ingenioso, tal vez debido a su extensa práctica para escapar de los problemas que él mismo se liaba.
Una vez, por ejemplo, Nasrudín se encontraba orgulloso mostrándole sus estudiantes al gobernador local. El gobernador vio a los estudiantes pasando las páginas del libro sagrado que tenían al frente y leyendo en voz alta las palabras. Como el gobernador parecía complacido, Nasrudín no pudo evitar vanagloriarse diciendo: “tengo un don para la enseñanza, su Excelencia, yo podría incluso enseñarle a leer a un burro”.
El gobernador miró con escepticismo al Mullah: “¿te jactas de poder enseñar a leer a un burro? Entonces hazlo. Si en el plazo de tres meses no le has enseñado a leer a un burro, hay una celda en mi calabozo esperando por ti”. Y el gobernador se retiró.
Motivado por la perspectiva de una larga estadía en la prisión del gobernador, Nasrudín fue a casa y se puso en la tarea. Poniendo un libro frente a su asno, escondió briznas de heno entre las páginas. Con el tiempo, y especialmente cuando el mulá no alimentaba mucho al burro, la bestia aprendió a pasar las páginas del libro con su hocico y sacar el heno.
Tres meses después, el gobernador mandó llamar a Nasrudín para que le mostrara al asno lector.
Nasruddín acudió al palacio del gobernador con su burro y acomodó el libro, sin heno, por supuesto, frente al animal. El burro husmeó esperanzado entre las páginas, pero al no hallar su recompensa empezó a quejarse, rebuznando a todo pulmón.
El gobernador se sobresaltó ante el estrepitoso ruido. “¿Llamas a eso leer?”, le reclamó, “¿qué clase de mulá eres tú?”.
“Excelencia”, dijo Nasrudín, “yo dije que podría enseñarle a leer. No afirmé que él pudiera entender; eso es algo entre el asno y el Todopoderoso”.
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez