¿Qué hacer primero?
En una publicación reciente, el tema fue la aplicación de las enseñanzas sufís a los innumerables problemas que enfrentamos en la vida, y la publicación citaba a Hazrat Inayat Khan refiriéndose a la enseñanza de Jesús: “Busca primero el reino de Dios”. Esto nos puede sonar como un buen consejo, pero entonces viene la pregunta obvia: ¿Dónde y cómo lo buscamos?
Los antiguos griegos tenían el concepto de los campos Elíseos o las Islas de los Bienaventurados, que se encuentran en el extremo más occidental del mundo. Unas pocas almas heroicas como Heracles, Odiseo y Eneas lograron visitar este lugar mientras aún estaban vivos, entonces era un lugar físico o semi-físico. Ahora la humanidad ha viajado mucho más lejos que los antiguos griegos, y podemos decir con certeza que el reino del cielo no es un lugar geográfico. Tampoco es un lugar astronómico más allá de Plutón, esperando por nosotros, o en la constelación de las Pléyades. Entonces, ¿dónde está?
Si somos honestos, todos admitiremos que a veces nos hemos cerrado a la apreciación de algo; talvez estábamos demasiado absortos en nuestros propios pensamientos para observar la belleza del cielo, o demasiado ocupados para dejar que la música tocara nuestro espíritu, o quizás estábamos demasiado molestos para darnos cuenta de la inocencia de un niño. Esto nos dice que podríamos estar en el centro mismo del “reino de los cielos”, y si nuestra conciencia no está debidamente afinada, no lo disfrutaremos.
Para ponerlo de otra manera, si el corazón está cerrado, ¿cómo puede uno entrar en el cielo? Y a la inversa, si el corazón está abierto, sin esfuerzo podemos reconocer el reino de Dios tanto en el interior como en el exterior.
En muchas de sus conferencias, Hazrat Inayat habla del viaje espiritual como el comienzo de la comunicación con nuestro ser. Esto puede sonar desconcertante; con seguridad nos conocemos muy bien, ¿no es así? Pero usualmente lo que conocemos es la superficie, la nube de nombres y formas externos que nos rodean y que asumimos que nos definen, incluyendo nuestras impresiones, nuestras posesiones y nuestros diferentes roles. Con el tiempo y mediante alguna práctica espiritual, lentamente nos damos cuenta de que ninguno de esos nombres y formas es permanente – y sin embargo, alguna vida está allí, como una luz brillante dentro de la nube. Cuando empezamos a comunicarnos con ella, de veras hemos comenzado el camino espiritual.
Tomándolo prestado de los griegos podríamos decir que en ese momento la quilla de nuestra nave está comenzando a tocar las islas de los Bienaventurados.
Traducido por Inam Rodrigo Anda
Reflexion grandiosa
Dividiendo la oracion …
Grande es Dios, grande su corazon
Solo desde ahi podemos sentir la belleza de la armonia…
Bienaventurados los grandes de corazon
??