La sabiduría y la espada
El concepto de sabiduría se encuentra en toda tradición, pero, a diferencia de la ley, que marca líneas claras entre lo correcto y lo incorrecto (no robar, por ejemplo) justo lo que podría ser la sabiduría sigue siendo difícil de decidir. En una circunstancia puede ser sabio pronunciar una palabra; en otra circunstancia, puede ser sabio guardar silencio. En efecto, en el Vadan encontramos este dicho: En el momento en que el hombre entiende cuándo hablar y cuándo guardar silencio, da su primer paso en el camino de la sabiduría.
En el budismo Vajrayana, la figura de Manjushri es la personificación de la sabiduría; es un Buda iluminado que blande una espada flamante y, a menudo, se lo muestra montando un león. Dominar al león representa domar la mente, mientras que la espada, nos dicen, representa la sabiduría trascendental por la cual la ignorancia y dualidad son eliminadas. Los opuestos de ignorancia y dualidad son consciencia y unidad. Y no debemos ser engañados por la imaginería militar, pues el nombre Manjushri significa “noble y delicado”.
En occidente, un nombre asociado muy a menudo con la sabiduría es el del rey Salomón, particularmente en la historia de dos mujeres que llegaron ante él en busca de juicio. Ambas clamaban ser la madre de un pequeño niño, y pidieron al rey Salomón que decidiera quién debía recibir la custodia. La historia no nos dice si Salomón sabía qué mujer decía la verdad y cual mentía; es posible que el haya reconocido a la verdadera madre, pero necesitaba una forma de demostrar el punto. También es posible que no lo haya sabido. De todas formas, su solución fue pedir una espada para cortar al niño en dos, y que cada mujer se llevara una mitad.
Es un decreto alarmante, particularmente si pensamos que en aquellos días un rey, como el juez superior de su reino, podía decidir lo que se le antojaba y no había cortes a que apelar, ningún escape al capricho del gobernante. Pero la sombra amenazante de la espada atravesó la dualidad de la situación, revelando la unidad que había estado oculta. Para salvar la vida del niño la verdadera madre renunció al reclamo, y ese acto le mostró a Salomón (y a todos los presentes) quien era la verdadera madre del bebé.
Con esto podemos comprender que la sabiduría a veces necesita un borde afilado para cortar la confusión, no es una espada que desmiembra, sino una luz intensa e intermitente que abre el corazón, pues ese es el sitio de la sabiduría. Si deseamos ser sabios en esta vida, debemos cultivar el corazón, donde la semilla de sabiduría fue plantada antes de nuestro nacimiento. En el Gayán, Hazrat Inayat dice:
No he venido a enseñar lo que no saben;
he venido a profundizar en ustedes esa sabiduría que ya poseen.
Tr, Baasit Patricio Carrillo
Muchas gracias querido Nawab por esta ilustrativa enseñanza sobre la sabiduría. Siento que seguir el Mensaje sufí nos puede sacar, bien sea de la indisciplina de nuestro ego o de la frialdad de la mera ley, y llevarnos ase amoroso y natural estado del alma. Duro pero reconfortante trabajo para emprender.