¿Un hipócrita? ¿Quién, yo?
Una publicación reciente de un texto de Pir-o-Murshid Inayat Khan sobre la pregunta “¿Qué es un sufi?”, concluía con reflexiones sobre el paso sagrado de la iniciación. Hazrat Inayat dice que la iniciación no se puede comprar, y si se persigue por curiosidad, lo cual, según él, está intrínsecamente cegado por la catarata de la duda, no dará ningún resultado. El único proceso para obtener el privilegio de la iniciación, nos dice, es la rectitud. Pero, ¿qué es eso?
En diferentes contextos, las palabras pueden tener significados distintos. Si nos encontramos con un león hambriento y le oímos exclamar: “¡Oh, amo a los humanos!”, podemos estar bastante seguros de que la palabra amor no tiene el mismo significado que cuando nuestra abuela dice: “Te amo”; o al menos la consecuencia será diferente, y probablemente menos agradable. Las palabras justo y rectitud se han utilizado en contextos religiosos para subrayar el deber de los fieles de cumplir la ley divina. Dado que son las autoridades religiosas las que suelen -e inflexiblemente- imponer esta obediencia, hay aquí mucho espacio para el ejercicio de la política de poder a nivel humano. Quienes se han rebelado contra ese control quizá también se hayan rebelado contra la palabra “rectitud”, pero ¿significa esto que, por tanto, no existen el bien y el mal?
Hazrat Inayat dice que las leyes dictadas por la comunidad, el Estado, los organismos religiosos e incluso los profetas tienen todas sus limitaciones, pero que cada uno de nosotros tiene en su interior, como parte inherente de su ser, la facultad de distinguir entre el bien y el mal. La percepción por medio de la facultad, así como nuestra respuesta a ella, depende de nuestra evolución y de nuestras capas de hábitos e impresiones, pero la facultad en sí es de origen divino y universal.
Que algo deba considerarse correcto o incorrecto, continúa Pir-o-Murshid, depende del motivo, el resultado, el momento y el lugar. Dice: “Una acción incorrecta con el motivo correcto puede ser correcta; y una acción correcta con el motivo incorrecto puede ser incorrecta”. En resumen, no hay una sola acción que pueda ser correcta en todas las circunstancias y en todos los tiempos y lugares, pero podemos estar seguros de que, si escuchamos profundamente en nuestro interior, siempre podremos oír la voz de nuestra conciencia que nos impulsa en una u otra dirección.
Por esta razón, la rectitud que puede llevarnos al estado espiritual de iniciación no se encuentra en la adhesión a un determinado código moral, sino en la voluntad de examinarnos a nosotros mismos y de corregirnos cuando caemos en el error. No hacerlo es lo que se llama “hipocresía”, un defecto que vemos en todas partes, pero que, por su propia naturaleza, casi nadie reconoce en sí mismo.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui