Una regla para la práctica
El Inner Call publicó recientemente un breve extracto de los pensamientos de Teófano el Recluso sobre una regla de oración, y pareció resonar en algunos lectores, y generó una pregunta sobre si podría haber también una regla de “wazifa” para los que están en el camino sufi.
Si estudiamos el asunto, encontramos que mucho de lo que dijo San Teófano se aplicaría no sólo a la oración, sino a muchas formas de práctica espiritual, incluida la repetición de palabras sagradas que nombran cualidades divinas, lo que los sufis conocen como wazifa. Aconseja, por ejemplo, que no hay necesidad de muchas oraciones; unas pocas, profundamente sentidas y asimiladas, volcadas en los pensamientos durante el día, harán el trabajo. Esta moderación podría ayudar a evitar la tendencia, que a veces encontramos, de acumular un armario lleno de wazifas, con la creencia errónea de que esto nos hará más espirituales. Conocer el significado de una palabra en el diccionario no es lo mismo que experimentarla. Podemos decir, por ejemplo, que una determinada palabra significa “amor”, pero podríamos tardar todo nuestro tiempo en la tierra en sentirlo realmente en nuestro interior. Como observó una vez un sufi, un wazifa es una forma de medicina, y si sentimos la necesidad de muchas, es porque debemos tener muchas cosas malas en nosotros. El botiquín lleno de pastillas parece reafirmar la enfermedad en lugar del estado de salud que es, de hecho, nuestra condición natural.
Además, las oraciones y los nombres divinos provienen de una fuente sagrada, y quedarse con uno o dos nos da la oportunidad de rastrearlos hasta su raíz, por así decirlo. Podríamos decir que hay muchas flores en el jardín, cada una con su belleza especial, pero si nos apresuramos a pasar de una a otra, tendremos dificultades para aprender la lección que cada una ofrece. Una flor crece y se abre a su propio ritmo; creer que la conocemos por un vistazo rápido es pasar por alto su conversación viva con la tierra y el cielo.
Y esto nos lleva a otro punto importante: ¿cuál es nuestro propósito al realizar nuestra práctica? Podríamos decir algo como: “Bueno, tengo defectos y quiero superarlos y ser mejor persona”, pero aunque todo el mundo tiene defectos, esto se acerca peligrosamente al callejón sin salida del egocentrismo. Centrarse en “mis defectos” es centrarse en “mí mismo”, y al pensar en nuestra práctica de esta manera nos arriesgamos a cerrar la puerta de la prisión sobre nosotros mismos y a girar la llave. Teófano habló de una regla de oración para los que desean agradar a Dios, y ésta es una forma mucho más segura de enfocar nuestros ejercicios. Por supuesto, requiere que renunciemos a nuestra soledad y desarrollemos una relación con la Perfección, y para muchas personas esto es difícil porque, en última instancia, conduce al camino de la rendición. Muchos preferirían mantener su ilusión del “yo”, por muy incómoda que sea, que dejarla caer y aceptar el abrazo amoroso del Uno.
Si deseamos complacer a Dios, también debemos dar forma a nuestro ideal, una forma que evolucionará con el tiempo a medida que empecemos a dejar caer nuestras limitaciones. ¿Cuál es la naturaleza o la forma de nuestra aspiración? ¿A qué altura podemos llegar? Cada vez que levantemos los ojos hacia arriba, verán más lejos. Siguiendo este camino, llegaremos al final al lugar descrito en este dicho de Pir-o-Murshid Inayat Khan: Mi corazón ya no es mío puesto que Tú lo has convertido en Tu morada.
Cuando esto se hace realidad, nuestra práctica es agradable a Dios porque es entonces Él mismo quien toca la flauta del corazón.
Traducido al español
por Arifa Margarita Rosa Jáuregui