Acerca del fuego y el oro
El poema de Mahmud Shabistari, el Jardín del Misterio, recientemente citado en esta publicación, habla sobre el círculo de la existencia, diciendo que “el más bajo – o el más innoble – lugar, …tu yo es el punto opuesto de Unidad”.
Esta imagen nos dice que cuando somos conscientes de nosotros, cuando “mi persona” es evidente, estamos tan lejos de la Unidad como es posible estarlo. También nos dice que al viaje de la Unidad a la dualidad le sigue el retorno a la Unidad, porque el arco del círculo inevitablemente retorna al lugar donde comenzó. El círculo es una ilustración del viaje desde el Absoluto Invisible hacia la manifestación, y el subsecuente retorno a lo sin forma.
Luego sigue una referencia al fuego y a la fundición del oro. Una imagen religiosa común es la de un lugar lleno de fuego en el más allá, a donde los indignos son enviados; si lo leemos con cuidado, el imaginario del poema sugiere que el infierno no es un lugar de castigo, sino de purificación, como el crisol del orfebre, donde se queman las impurezas. Esto significa que hay algo de valor que debe ser recuperado, y cuando dejamos de identificarnos con lo que no tiene valor, ya no hay ninguna razón para temer.
¿Qué temor puedes tener al fuego del infierno
cuando tu cuerpo y alma están purificados de la existencia?
Cuando el oro puro se funde en el fuego del horno,
como no tiene impurezas, ¿qué puede salir quemado?
En otras palabras, todos tenemos el tesoro más puro escondido en nuestro interior, velado sólo por nuestra pretensión de ser “yo”; el tesoro está allí, pero no podemos reclamarlo porque no puede pertenecer a un ser imaginario como soy yo. Esto podría hacernos pensar en la parábola contada por Jesús, de los siervos a quienes les fueron dados diez talentos de oro. A todos se nos ha dado algo precioso, y el siervo que entiende el valor del tesoro y reconoce su responsabilidad ve multiplicarse su valor.
De la misma manera, aquel que ha visto el velo del ego desvanecerse en el fuego de la verdad descubre oro brillando por todas partes.
Traducido por Inam Rodrigo Anda