Acerca de Nirvana y Samsara
En el canto de Milarepa “He olvidado”, publicado aquí, el místico tibetano canta sobre los efectos provechosos de varias prácticas y meditaciones, por medio de los cuales, como él dice, ha “olvidado todo conocimiento de la ignorancia” en todas sus formas. Cada línea merece estudio serio y reflexión, pero la siguiente copla en particular merece atención:
Acostumbrado, como he estado, a contemplar tanto nirvana como samsara como inherentes a mí mismo,
he olvidado pensar en la esperanza y el miedo.
Nirvana significa, literalmente, extinguido, como una lámpara de aceite o una vela que puede ser apagada o extinguida. En diferentes tradiciones se aplica de maneras algo diferentes, pero esencialmente, se refiere al estado de iluminación suprema, cuando la agitación del limitado ser ha sido completamente acallada. La otra palabra, “samsara”, significa “deambular” o “el mundo”, pero específicamente el cíclico mundo de las causalidad, la rueda que gira sin fin de la causa y el efecto que nos hace girar por estados pasajeros de anhelo, placer, dolor, arrepentimiento, y así sucesivamente, donde cada estado da lugar a otro estado.
Ya que estas dos palabras parecen completamente opuestas en significado, ¿qué quiere expresar Milarepa al decir que ambas son inherentes a uno mismo? ¿Puedo estar iluminado y confundido al mismo tiempo? Traen a la memoria un rápido intercambio presenciado hace muchos años entre un joven buscador que estaba muy ansioso de “lograr” y un venerable, muy reconocido Sufi. “Por favor dime”, dijo el buscador, “¿seré iluminado en esta vida?” “Pero”, dijo el sufí sonriendo ampliamente “¡Tú ESTAS iluminado!” “¿Lo estoy? Pero no me siento iluminado” “Ah, eso es otra cosa” dijo el sufí y procuró cambiar el tema.
En otras palabras, nirvana no es algo que pueda ser construido o creado; es la calma suprema que es omnipresente, y todo lo compenetra – otra forma de describir la Presencia Divina. Venimos de ella, vivimos en ella, y nunca podemos separarnos de ella – pero también hemos recibido el regalo de la vida en el mundo, y con ello el inevitable samsara, lo que los Hindús a veces llaman, el “juego de las escondidas”, en el cual el Divino lúdicamente se esconde y se revela a sus compañeros de juego humanos.
La esperanza y el miedo mencionadas en el canto son la consecuencia de vivir únicamente en el mundo, sin consciencia de lo infinito; cuando sentimos que hay recursos limitados, oscilamos entre la esperanza de que obtendremos lo que queremos, y el miedo de no obtenerlo. Pero cuando sabemos que la línea del ser se extiende desde lo finito hasta lo infinito, esas ansiedades dejan de preocuparnos.
En el Vadan, Hazrat Inayat Khan brinda este aforismo, que quizá es una manera Sufi de unir nuestro nirvana y samsara inherentes:
Permite que mi corazón se vuelva el manantial de Tu infinita vida, elevándose por siempre.
Traducido por Baasit Patricio Carrillo