Acerca de ascender
Cuando recitamos la oración Salat, las palabras enfocan nuestras mentes en una manifestación del Ideal que se ha visto una y otra vez a lo largo de la historia: el profeta, el mensajero que viene a ayudar a la humanidad a superar las dificultades de la vida, o a través de la “oscuridad de la ignorancia humana”, como se dice en el servicio del Culto Universal. La oración nos recuerda que el Espíritu de Guía se ve en todos los nombres y formas – en una amorosa madre, en un bondadoso padre, en un inocente niño, etc.– pero encuentra su culminación en la luz de las almas realizadas* que transmiten, hasta donde el habla humana lo permite, la Palabra Divina – la palabra de advertencia, de consuelo y de aliento.
Después de nombrar un número de mensajeros reconocidos, la oración se dirige al Ideal que todas estas formas representan:
Oh Mensajero, Cristo, Nabí, el Rasul de Dios,
¡Tú cuyo corazón constantemente asciende!
Pero si pensamos por un momento acerca de esta línea, podemos preguntarnos, ¿qué necesidad puede haber de que un alma realizada en Dios ascienda? La oración misma parece sugerir que tales seres son el pináculo de la evolución espiritual, ¿Por qué ascender entonces? ¿Qué otra montaña queda por subir?
Hay varias lecciones sutiles envueltas en esta línea de la oración. Una es que la “perfección” no es estática. La Invocación no dice: ‘En el Uno…’ o ‘Del Uno…’ sino ‘Hacia el Uno…’, lo que significa que hay un viaje constante, a lo largo de la vida, sin importar cuál sea nuestra condición. Incluso las almas iluminadas están viajando, porque en la Invocación buscamos unirnos a ellas. Ese viaje sin fin es a lo que se refiere el Gayan cuando dice: “El fracaso en la vida no importa, el mayor infortunio es quedarse inmóvil”.
Otra lección que podemos encontrar aquí es que las almas verdaderamente grandes son la encarnación de la humildad. En esas fuentes de amor y luz no hay lugar para el orgullo, la auto-congratulación o la complacencia, pues lo que atestiguan está mucho más allá del alcance de cualquier espíritu humano. Esto es todo lo contrario del punto de vista mundano; a veces vemos una campaña de mercadeo que nos insta a disfrutar de un lujo u otro ‘porque lo merecemos’, o quizás porque ‘nos lo hemos ganado’, pero un alma iluminada no puede ver nada en su ser humano limitado que le dé méritos para la visión del Infinito que se le ha concedido. Lo que experimentan los llena de asombro, humildad y gratitud. Por lo tanto, ascienden, y cuando los corazones de los devotos reflejan la luz que irradian, también se inspiran para superar todas las limitaciones.
* La palabra en inglés “realize” generalmente tiene uno de dos significados, ya sea ‘darse cuenta de’, como en ‘Cuando llegó a la estación, se dio cuenta de que había perdido el tren’, o ‘hacer realidad’, como en ‘Al encontrar una cura para la enfermedad, hizo realidad el sueño de toda una vida’. En la espiritualidad, los dos significados convergen: cuando uno se da cuenta de la Verdad, la Verdad se convierte en una realidad, y el buscador se convierte en la Verdad. Como dice en el Gayan: “Haz de Dios una realidad y Dios hará de ti la verdad”.
Traducido por Juan Amin Betancur