Sobre ascender
Mevlana Jelaluddin Rumi dijo, “Hay mil formas de arrodillarse y besar la tierra.” Cada persona encuentra su propia forma de orar, tal como cada rosa que florece se abre de acuerdo con su situación particular, alguna quizás bendecida con más sol, otra protegida del viento, y así sucesivamente. En el caleidoscopio de la manifestación, se deben esperar variaciones entre un buscador y otro. Pero a través de la constancia nos hacemos más profundos. Como observó una vez un sufí, aprendemos por repetición, y mientras más realizamos una acción, más diestros nos volvemos, ya sea en el caso de interpretar un instrumento musical, de consolar a un niño que llora, o de abandonar nuestra obsesión del yo por un momento y abrir nuestro corazón hacia el ideal de la perfección.
Oración puede desde luego significar cualquier acción asumida con la sintonía apropiada – la forma en que lavamos nuestra ropa o la manera en que recibimos a un invitado en nuestro hogar puede ciertamente ser ofrecida como una oración a la Divinidad – pero los sabios también han divulgado maneras o métodos que nos ayudan a dar forma a nuestra consciencia. Si obtenemos beneficio de ellos, o simplemente caemos en repeticiones mecánicas, depende completamente de nuestra actitud.
Un aspecto de una actitud útil, un aspecto indispensable, es la confianza. Si oramos, pero dudamos, entonces nuestras oraciones se convierten en una carga en lugar de algo refrescante que nos anima, una obligación que debemos cumplir y no una oportunidad para encontrar un refugio momentáneo de sustento y paz. En otras palabras, si tenemos dudas, entonces nuestras oraciones dejarán una sombra de resentimiento en nuestro corazón; si creemos, nuestras oraciones nos ayudarán a vislumbrar algo de la Realidad, lo cual es su verdadero propósito.
Y la necesidad de confianza apunta a otra actitud esencial con respecto a la oración, que deberíamos estar constantemente ascendiendo, anhelando aquello que es más elevado y fino que lo que ya hemos experimentado. La oración Salat se dirige a todos los Maestros, Santos y Profetas de esta manera: “Tu, cuyo corazón constantemente asciende.” En la medida en que nos sentimos inspirados por un Mensajero u otro, debemos tratar de reflejar esa cualidad. Y esto lo vemos bellamente expresado en el gozo extasiado de Juan de la Cruz, quien después de una larga agonía de separación, logró una oscura noche trepar la “escalera secreta” cuando “su casa” estaba en reposo, encontrando al fin el abrazo del Amado a Quién buscaba.
El rio fluye constantemente; no podemos pararnos dos veces en la misma corriente. Y nuestras oraciones están también en movimiento – cada vez diferentes, pero con la actitud correcta, cada vez más cerca del Uno.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel