Sobre la Difícil Pregunta
En el recientemente publicado cuento sobre el anciano rabí aproximándose el fin de sus días en la tierra, había una pregunta que él temía: Zusya, ¿por qué no fuiste Zusya? Es una pregunta que nos genera un profundo estremecimiento interior, aun si nuestra mente superficial no sabe en realidad qué hacer con eso. Podríamos decir, muy lógicamente, ¿por qué sería importante ser “Zusya”? ¿No esta este foro lleno de publicaciones sobre olvidarse de uno mismo? Y aun así, nuestro corazón responde y nos solidarizamos con el rabí, porque nosotros también tenemos dudas sobre lo que hemos hecho con nuestra vida.
Hazrat Inayat Khan frecuentemente citaba un verso del poeta sufí Sadi: “Toda alma ha nacido para un determinado propósito, y la luz de ese propósito esta encendida en su alma”. Significa que toda alma tiene algo especifico que lograr, algo único para ese ser, así como cada semilla sembrada en el jardín producirá una planta diferente en un lugar diferente. Una semilla se convertirá en una rosa, otra en un jazmín, una estará cerca de la fuente, otra crecerá junto a una pared en el sol, y así sucesivamente. En el cuento, el rabí no esperaba que le pregunten “¿Por qué no fuiste Abraham?” Ese profeta ya era un puro y perfecto “Abraham” cuyo espíritu ha servido a su Dios por miles de años, y si quisiéramos tratar de ser él nuevamente, solo podríamos producir una pobre copia. Podemos aprender de las enseñanzas y los ejemplos de las grandes almas; seriamos necios al no encontrar guía en ellos, pero no fuimos hechos para ser ellos; fuimos hechos para ser nosotros mismos.
Entonces, podríamos preguntar, ¿Qué pasa con olvidarnos de nosotros mismos? ¿En qué parte aparece esto en la imagen? Hablando sobre el propósito de la vida, Hazrat Inayat Khan dice que todo mundo tiene un propósito menor y uno mayor. El propósito menor es único a cada persona y es una preparación para el propósito mayor, la comprensión de la Verdad. Podemos tomar como ejemplo a un musico, quien debe primero aprender a dominar las especificidades de su propio cuerpo y las complejidades del instrumento, y a moldear la mente de acuerdo a las disciplinas de la música. Es un largo aprendizaje, que implica muchas horas de práctica. Entonces un día, tal vez sin advertirlo, el músico se pierde completamente en la música y solo interpreta; en ese momento el músico ya no está mas allí, y solo está la música. Esta es una imagen del camino de la vida. Comenzamos a trabajar con lo que nos ha sido dado, nuestras circunstancias y nuestra individualidad, y a través de eso, nos preparamos a si mismos, para que algún día, en lugar de interpretar la música, es la música la que nos interpreta a nosotros.
El cuento del rabí Zusya nos recuerda que nadie está aquí por azar; todos hemos venido para un propósito, y es nuestra solemne responsabilidad alcanzar ese propósito. Para lograr esto, como parte del proceso tendremos que ensayar y descartar innumerables versiones de nuestro “yo”, pero, al fin y al cabo, ¿cuántas veces debe un músico interpretar erróneamente una escala antes de acercarse a la perfección?
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel