Sobre la Idolatría por la Diferencia
La reciente publicación de una parte de la poesía de Umar Ibn al-Farid habla de ser “libre de la idolatría por la diferencia”. ¿Qué puede significar eso? ¿Existe alguna sabiduría en la frase que pueda ayudarnos en nuestro camino?
En términos generales, y por supuesto para aquellos que no veneran ídolos, “idolatría” tiene una connotación negativa. Indica adorar alguna forma, estatua, por ejemplo o alguna imagen pintada, en lugar de al Uno infinito y sin forma, adorar algo inanimado en lugar de la fuente viviente de toda vida. Cuando el profeta Mahoma estaba dando el mensaje de unidad, un acto muy significativo fue eliminar todos los ídolos del santuario de la Kaaba. El santuario había sido un espacio sagrado por muchos siglos, y a través de los años las imágenes de cientos de dioses se habían acumulado allí, pero por instrucción del profeta todos los ídolos fueron sacados y destruidos. La lección era que ninguna forma puede contener la inagotable gracia y gloria del Invisible y hacemos un desmerecimiento a la Presencia Divina si la vemos solo en una forma limitada*.
La frase de al-Farid, “la idolatría por la diferencia” lleva esta lección aún más lejos. En una época en la que el mundo se está volviendo menos y menos religioso, las personas podrían pensar que están lejos de la idolatría; podríamos incluso felicitarnos de que al menos no cometemos este “pecado”. Pero hasta que nos hayamos elevado, en palabras de la oración, “por encima de distinciones y diferencias que dividen a los hombres”, estamos todavía aprobando algunas partes del cosmos infinito y rechazando otras. Todos necesitamos comer, pero hay lo que nos sostendrá y lo que nutre nuestra vanidad. Usamos prendas de vestir, pero mucho de lo que usamos no es para protegernos de los elementos sino para proclamar que somos diferentes a otros, y presumiblemente, a nuestro parecer, especiales y en algún sentido mejores. El poema de Seng Tsán dice algo parecido:
Una décima de pulgada de diferencia
Y el cielo y la tierra se separan.
Cuando complacemos las preferencias, el patrón de luz y sombra en la creación adquiere gran importancia para nosotros; algunas partes son buenas, incluso celestiales, y algunas son infernalmente malas. Y como los patrones se experimentan en el mundo de las limitaciones, cambian constantemente. Hasta las deseables islas de luz están envueltas por la inevitable depresión del cambio.
Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? La lección de al-Farid, como la lección de todos los maestros, santos y profetas, es: ¡Hacia el Uno! Cuando nos libramos de nuestra idolatría por las diferencias, nuestra identidad temporal deja de importar y al convertirnos en nada, nos convertimos en poseedores de todo. En términos prácticos, hay una técnica sencilla que podemos intentar, un método para cambiar la visión de aquellos a nuestro alrededor. Quizás no lo afirmamos de esta forma para nosotros mismos, pero todo el mundo siente que es el centro del universo; estamos sentados en el centro de una red de impresiones, sensaciones, pensamientos, memorias y sentimientos que son nuestro mundo. Otros pasan a través de este mundo, algunas veces como transeúntes, otras como invitados bienvenidos, a veces como invasores. El método es simplemente mirar a cada persona que encuentras y decirte a ti mismo: el centro del universo. ¿El dependiente del almacén? El centro del universo. ¿La persona urgiendo pasarnos en el metro? El centro del universo. ¿El mendigo, el amigo, el enemigo de toda la vida? Todos y cada uno, el centro del universo.
Es una técnica que no solo nos permite entender a los otros más clara y compasivamente, sino que también nos muestra la naturaleza de nuestra propia ilusión. Con el tiempo podemos llegar a ver que nuestras “diferencias” no son tan importantes después de todo, y esto es un gran paso hacia adelante.
*Sin embargo, el Sufí evita criticar la forma de adoración de cualquier persona. Hazrat Inayat Khan contó la historia del creyente en el Dios Invisible que preguntó al adorador de un ídolo cómo podía postrarse frente a un pedazo de piedra inerte. El adorador del ídolo le respondió, “Si tuviera suficiente fe, incluso esta piedra respondería mis oraciones. Pero si careces de fe, ninguna cantidad de oraciones al Invisible tendrá efecto alguno”.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel
Si tenemos la consciencia de que Dios es consciente de cada partícula de Su creación como centro del universo, y más aún, si entendemos que el ser humano es una maravillosa culminación de Su obra, lo mínimo que deberíamos hacer, -pero se nos olvida constantemente-, es respetar profundamente ese centro que somos cada uno. Nos lo recordaste de una manera muy especial muy querido maestro Nawab, con esta maravillosa explicación de la Idolatría de la Diferencia. Trabajar de verdad para estar por encima de distinciones y diferencias, en las que hay muchas trampas que nos pone el ego, como las que sabiamente mencionas.
Tan hermosa recordacion me acerca más a algo que una vez dijiste querido Nawab: Todos somos seres, a veces no todos llegamos a seres humanos… con este recuerdo me preguntó si gran parte de las cosas que pasan, suceden cuando nos creemos el centro del universo?
Que esa frase tan bella ” elevanos por encima de distinciones y diferencias” no le sirva a nuestro ego para sentirnos elevados de los demás.
Un abrazo y gracias querido maestro por este alimento diario.
Aquí me confundí querido Amin. Cuando practico este excelente ejercicio recomendado por Nawab y cada vez que me encuentro con una persona, sobretodo si es difícil, repito en mi interior ‘el centro del universo’, me doy cuenta de inmediato que puedo comprenderle, respetarle y aceptarle mejor porque ¿quién más que ‘yo’ para creerse el centro del universo? y también, con profunda humildad, me doy cuenta que no existen las diferencias y distinciones que ese ‘yo’ cree que le distinguen de los demás. Pero mi limitado entendimiento no puede comprender que el ser humano sea el centro del universo.
Valiosa practica querido Murshid, gracias por recordármela de una u otra forma, es la que permite poner los pies en la tierra y ver en cada ser humano: ‘el centro del universo’, siento que bajan mis emociones y mi mente se aquieta, se tranquiliza y evita la critica y desde luego me lleva a no sentirme YO el centro del universo.