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Alegría y tristeza
Cuando comenzamos nuestra conversación, no pasó mucho tiempo antes de que el terreno cambiara y, como exploradores siguiendo el curso sinuoso de un río, nos encontramos viajando en una dirección inesperada. Esto es natural en los asuntos del espíritu, donde, por ejemplo, la búsqueda de la libertad nos lleva rápidamente a la pared rocosa de la necesidad de disciplina, y las riquezas exuberantes del mundo, al examinarlas, resultan ser no más que un espejismo reluciente.
En este caso, hablábamos de una frase de Vadan Boulas: No disfrutes de la vida más de lo que la vida te permite disfrutarla; si es así, tu alegría se convertirá en tristeza. No fue difícil llegar a un consenso de que Hazrat Inayat Khan está hablando de equilibrio y moderación, y de la necesidad de aceptar lo áspero con lo suave. Si un pescador coge muchos peces en su red, no debe tratar de sacar más de lo que puede llevar su bote; ceder a la codicia implica el riesgo de perderlo todo: el pescado, el barco e incluso la vida misma.
Pero a medida que analizamos más la frase, se hizo evidente que para muchas personas el problema no es la búsqueda descontrolada del disfrute, sino la dificultad de disfrutar lo que la vida nos ofrece. Uno puede sentir la carga de muchos deberes, por ejemplo, trabajo, familia y otras innumerables obligaciones, hasta tal punto que uno siempre está en el ritmo de hacer, y nunca en el ritmo de recibir. Acosados por las expectativas de uno mismo, podemos llegar a ser ciegos del aquí y ahora. O uno puede haber sufrido una gran pérdida que lo deja apenado, sumido en una tristeza de la que parece imposible salir. En tales casos, hablar de goce sólo hace que uno se sienta más inadecuado, porque es común culparse a sí mismo cuando se sufre: culpa fuera de lugar, ciertamente, pero común, sin embargo.
Poco después de que terminamos nuestra conversación y nos deseamos una cálida buena noche, Hazrat Inayat Khan, por así decirlo, agregó una palabra más sobre el tema. Una copia de sus dichos inéditos se abrió en esta entrada de uno de sus cuadernos, de 1921: El dolor sintoniza a una persona con un tono más alto.
¿Por qué esto es así? Probablemente porque en el dolor tenemos que dejar ir mucho de lo que asumimos que era ‘nuestro’. Y dado que nuestro Murshid habla de ‘afinación’, podríamos recordar las primeras líneas de Masnavi de Mevlana Rumi, sobre el dolorido llamado de la flauta. La caña verde fue arrancada de su lecho en el pantano, secada, raspada y perforada, para que el aliento del músico pudiera vibrar dentro de ella.
Podríamos entender por esto que el único refugio del dolor, y de la dureza de la vida, está en el aliento vivo de lo Divino, el aliento amoroso que constantemente nos rodea y desea encontrar en nosotros alguna nota que aún no hemos reconocido. . . Esa nota es nuestro verdadero propósito en la vida, y sonarla al fin es conocer nuestra propia naturaleza, que es la felicidad misma. Entregándonos a esa sintonía, comenzamos a vislumbrar el significado de este verso de Nirtan Talas:
No te engañes, oh noche, la mañana romperá;
cuidado, oh oscuridad, el sol brillará;
no seas vana, oh niebla, una vez más será claro;
de mi pena, no lo olvides, una vez más surgirá la alegría.
Traducción: Yaqín Anda