Audio 169 Trusting the Heart (Spanish version)

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Confiando en el Corazón 

La oración Salat rinde homenaje al interminable flujo del divino Espíritu de Guía que inspira y modela todas las formas. Antes de invocar los nombres de las grandes almas que han enseñado al mundo a través de las eras, la oración comienza con las relaciones humanas que conocemos de nuestra vida cotidiana – la amorosa madre, por ejemplo, y el bondadoso padre. Sin el cuidado de los padres ¿qué sería de un indefenso recién nacido en este confuso mundo? 

La oración también habla del inocente niño, y las madres y padres saben por experiencia que ellos aprenden de lejos mucho más de sus hijos de lo que sus hijos parecen aprender de ellos. En India los padres se refieren amorosa y sinceramente a un niño como su “gurú”. Pero hay todavía una forma más transformadora de aprender de un niño y es recordar nuestra propia inocencia. 

La sabiduría nos dice que hay solo Un Ser, y que erramos si relegamos a Dios a una nube lejana en los cielos, quedando nosotros separados en las sombras de abajo; la Divina Presencia está en nosotros y nosotros en ella, justo aquí y ahora. ¿Pero dónde? ¿Cómo conocer esa Perfección? Con esfuerzo y a veces con mucha imaginación es indudablemente posible reconocer algo de la Vida Única en nuestro cuerpo falible y transitorio y en nuestra saltarina mente de mono, pero la experiencia más directa viene a nosotros a través de corazón. Quien haya amado verdaderamente ha conocido el perfume de la Divinidad. 

Pero podemos seguir el hilo un poco más lejos. Si hay solo un Ser, entonces es Dios quien nos anima, es el aliento de Dios el que nos da el poder de ponernos de pie, y es la Luz Divina la que brilla a través de nuestra mirada. Es también la Divina consciencia la que aviva nuestros corazones y los hace exquisitamente sensibles. Cuando decimos, “Este no es mi cuerpo, este es el templo de Dios. Este no es mi corazón, este es el altar de Dios” estamos respetuosamente recordándonos a nosotros mismos que lo que se encuentra en ese espacio sagrado no pertenece a mi limitado “yo” sino a la Perfección, y sea lo que sea que haga brillar nuestro corazón de hecho está haciendo sonreír a Dios. 

¿Pueden recordar cuando eran jóvenes, y su corazón era aún inocente a todas las quejas y amarguras de la vida?  ¿El tiempo antes de que el espacio del corazón fuera llenado con dudas, penas y la densa contaminación de la ira? ¿El tiempo en el que conocían el júbilo de despertar en una tranquila pero intensamente viva mañana o la maravilla de la lenta danza del polvillo a la luz del sol? La alegría de esa época era la alegría Divina, y es posible recuperarla ahora. Todo lo que se necesita es confiar en la realidad de la Perfección, y empezar a descartar todas las limitaciones almacenadas en tu lugar más tierno. Comienza por el lamento- lo hecho, hecho está, y no puede deshacerse. Aprende las lecciones y elimina la culpa y sigue adelante como un niño confiado y sin miedo. 

Quien quiera que se embarque en este trabajo rápidamente reconocerá más y más cosas acumuladas alrededor del altar que no vale la pena mantener – amargura, resentimiento, rencores y todo el resto. Y cuando la basura es eliminada y el espacio interno se vuelve más luminoso, también habrá allí un poder creciente de amor, pues nuestro corazón se formó alrededor de un propósito; retornando a nuestro ser inocente, estamos haciendo realidad ese propósito. Eso es lo que debemos entender en este proverbio del Gayan Boulas: el corazón humano es el hogar del alma, y de este hogar depende el bienestar y el poder del alma. Y como dijo Jesús a sus discípulos, la manera de entrar al cielo es convirtiéndose en un inocente niño. 

Dejen entonces sus agendas, y confíen en su corazón. Todo el consejo de los maestros, santos y profetas no tiene utilidad si no lo hacen. Pero el inocente niño que levanta las manos al Divino Padre y disfruta de cada momento, ese niño será guiado siempre correctamente. 

Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel 

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