El texto que sigue fue escrito por Amina Ora Ray Baker Inayat-Khan, o “Begum Inayat Khan” (esto es, “La Señora Inayat Khan”) y fue publicado en Londres, en la primera edición del “Sufi Magazine” en Febrero de 1915. La Señora estaba en sus tempranos veintes, y su primera hija, Noor, debe haber tenido poco más de un año cuando ella escribió esto.
La Revelación de una Madre
Begum Inayat Khan
La maternidad en sí misma es una revelación mística. La madre no solo moldea el cuerpo y el carácter del infante antes del nacimiento, sino que puede incluso sanar las enfermedades hereditarias por el poder de su concentración. Cada impresión buena y mala reflejada en la mente de la madre se estampa en la formación mental y física del niño(a). Por tanto, además de su concentración en un ideal, una atmósfera agradable y ambiente placentero son lo más deseable. Es necesaria una vida solitaria y apartada, donde la madre pueda escapar de impresiones indeseables y de varias tentaciones que atraen su mente. La actitud religiosa y devocional que se prescribe en las antiguas religiones es muy necesaria.
La madre nutre los atributos intelectuales, mentales, morales y espirituales del niño, por ende desde la de un solo ser hasta la del mundo entero, la evolución se debe a la madre.
El estudio de un niño desde su infancia hasta su desarrollo completo revela el secreto del universo. Las palabras de Rumi, en las que describe el misterio del alma en este cuerpo mortal y su anhelo de libertad, realmente están ilustradas en la vida de un infante. El llanto es la primera acción consciente del infante. Este llanto sin razón tiene un significado mucho más grandioso del que la mayoría de nosotros creemos; revela el encarcelamiento del alma en un cuerpo físico y la memoria de la libertad que acaba de perder. Este llanto es a menudo por el pasado, y pocas veces por la necesidad presente de alimento. Mientras más crece el niño y se interesa en el mundo mortal, más olvida el pasado.
Se dice que el infante sonríe y habla con los ángeles. Esto revela el hecho de que la firmeza de sus ojos y todos sus sentidos, con la mente libre de impresiones terrenales de lo bueno y lo malo, le permiten ver las manifestaciones del mundo invisible. La firmeza de sus sentidos se observa en sus ojos que parpadean muy poco.
Su tendencia a dormir se debe a su mayor contacto con el mundo más elevado. Para su alma, los nombres y formas de la tierra son extrañas; por eso encuentra alivio en el sueño. Como dice Rumi, “Cada noche Tú liberas nuestros espíritus del cuerpo y sus trampas, haciéndolos puros como tablas razas. Cada noche nuestras almas son sacadas de esta jaula y puestas en libertad, ni ordenan ni reciben órdenes. Por la noche el prisionero no se da cuenta de su prisión; por la noche el rey no es consciente de su majestad. Y, nuevamente, no hay pensamiento ni preocupación de la pérdida”. El infante es calmado y puesto a dormir por el canto de la madre, porque se originó en los planos del sonido.
El magnetismo de un niño tiene muchas fuentes. Depende del amor y armonía de sus padres, también de la pureza de su mente inocente y ia preservación de sus energías. El aliento del bebé es más rítmico y natural que el de un adulto que compromete su energía en las actividades anormales de la vida, y así arruina el ritmo natural de la respiración. Los místicos han aprendido muchas cosas en el estudio de un infante.
Una precaución de las más esenciales que la madre oriental toma es la protección del infante del “nazar”, el mal ojo.*
La idea también era respetada por las personas antiguas de occidente hasta que surgió la civilización moderna donde todas las cosas que están más allá del alcance del intelecto ordinario han sido descartadas como meras supersticiones. Es un hecho científico que la persona sensible está sujeta a las influencias de otros y se torna alegre o triste sin conocer la causa.
Así es con los niños, quienes naturalmente atraen la atención completa de otros y reciben directamente las condiciones de mentes perturbadas y agitadas en su propia mente de espejo, pura y sin contaminar de los problemas y pruebas terrenales. Esto muy a menudo causa malestar y enfermedad entre los niños: por esto el primer deber de la madre es mantenerlos bajo influencias deseables y protegerlos mentalmente tanto como físicamente.
Ambientes espirituales son los factores más esenciales en la creación de un niño ideal.
*Nazar, una palabra Urdu y Árabe, que se refiere estrictamente al amuleto que se usa como protección de la influencia de una mirada hostil.
Traducido por Baasit Patricio Carrillo