Cobrando Vida
En la reciente publicación sobre la oración, el anónimo maestro jasidico nos dice que a veces, cuando el amor de Dios está ardiendo intensamente en nosotros, no somos nosotros quienes decimos la oración, sino que las palabras de la oración son dichas a través nuestro; podríamos decir, que la oración cobra vida.
Podemos tener una experiencia similar en un campo más mundano en cualquier trabajo creativo: pintando un cuadro, componiendo una melodía, escribiendo una historia o un poema, o quizás sembrando flores. Tal vez empezamos con un concepto, pero en algún momento podemos dar paso atrás y mirar con agradecimiento lo que se ha formado, y decir “Yo no hice eso. Esto es más de lo que esperaba. Esto parece tener vida propia”. De hecho, los mejores artistas en el campo que sea, parecen ser quienes más sensiblemente escuchan. Podríamos preguntar a un escultor, “¿Por qué esculpiste la estatua de esta manera?” y que nos dijera, “Porque eso era lo que la piedra quería”. El compositor podría decir. “Esta melodía quería estar en esta tecla, no pude escribirla de forma diferente”. Los escritores frecuentemente hablan de encontrar un personaje que ellos mismos han creado que no sigue la historia propuesta, y que insiste en cambiar el curso del argumento.
Si esto es verdad en nuestras creaciones tangibles, es mucho más cierto en la creación de nuestro Divino Ideal. Varias publicaciones de este blog han tratado este tema de hacer más real la noción abstracta de la Verdad Infinita y que todo lo compenetra. De nuestras experiencias de la vida terrenal, empezando desde la cuna, estamos acostumbrados a pensar en figuras y formas y sensaciones. Si nos dicen “Dios está más allá de toda forma, ¡Dios es todo!” nos confundimos, no sabemos cómo iniciar nuestro viaje desde el valle de las limitaciones. Entonces, como el poeta Kabir, tejemos un fino vestido para colocarlo en nuestro ideal, teniendo así una manera de relacionarlo con la Perfección. Tal vez tomamos los hilos del amor para nuestro telar, porque sentimos la necesidad de adorar a un Dios de Amor; luego la túnica de Amor viste al Infinito y esto se convierte en nuestra percepción de lo Divino.
Pero si somos pacientes y estamos atentos, veremos un día que nuestro ideal ha tomado vida por sí mismo: está más allá de nuestras capacidades; es más grande, más vivo, mas amoroso que lo que pusimos en él. Entonces nuestro ideal no es más una interpretación ni una creencia, sino una convicción, como diría Hazrat Inayat Khan, es algo que hemos experimentado. Y es entonces cuando las palabras de nuestras oraciones pueden ser dichas a través nuestro.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel