Dignidad
El mundo parece sufrir más dolor y desorden cada día, y a menudo nos quema la frustración mientras buscamos alguna forma de ayudar. Si el camino sufí nos ha aportado algo en nuestra propia vida -una mayor comprensión de nosotros mismos y del propósito de la vida, o una mayor sensibilidad hacia los demás, o quizás algún alivio de las miserias auto creadas que nos infligimos- es natural querer compartir las enseñanzas con tanta gente como sea posible. ¿Pero cómo?
Cada persona tiene una esfera de contacto e influencia, y cómo trabajemos dentro de ella dependerá siempre de nuestra naturaleza y circunstancias. Puede ser posible hablar a nuestros amigos y conocidos sobre el Mensaje, o dar vida a los principios espirituales a través de nuestro trabajo o de nuestros pasatiempos, pero en todos los casos lo que hagamos debe empezar por nosotros mismos. Podemos ser capaces de crear un gran número de seguidores en las redes sociales, atrayendo miles de clics, pero si nosotros mismos no hemos evolucionado, lo que digamos sobre la verdad espiritual no producirá ningún cambio significativo en el mundo.
Tal vez por eso Hazrat Inayat Khan puso gran énfasis en lo que él llamaba “el arte de la personalidad”, es decir, no el desarrollo de un pulido superficial en un intento de ocultar el fétido pantano del egoísmo, sino la maestría que cualquier artista debe adquirir para representar -en cualquier medio- nuestra percepción de la belleza Divina. Lo que distingue al arte de la personalidad de otras artes -la pintura o la poesía o la escultura, por ejemplo- es que el medio, nuestro propio ser, es más vivo y expresivo. Y por la misma razón, el dominio del arte de la personalidad es mucho más difícil de conseguir.
Para llegar a ser una persona, ya que sólo el verdadero artista de la personalidad merece tal nombre, hay muchas cualidades que podríamos cultivar: generosidad, tacto, hospitalidad, consideración, modestia y valentía son algunas de ellas. Una virtud que es fácil pasar por alto, pero que escasea en nuestro mundo actual, y que podría tener una influencia muy curativa en todos los aspectos de la vida, es la dignidad.
¿Qué entendemos por dignidad? ¿Y por qué deberíamos cultivarla? No es rigidez ni solemnidad, ni tampoco una cara larga ni un rechazo al disfrute de la vida. Significa simplemente un estado de ser digno. La mayoría de nosotros anhelamos el reconocimiento y el respeto, sospechando que los demás no reconocen nuestra verdadera valía, pero cuanto más avanzamos en el camino espiritual, más descubrimos que cualquier virtud que podamos exhibir sólo nos la presta la Divinidad: llegamos al banquete como mendigos. Por lo tanto, la verdadera dignidad significaría no la conciencia de nuestro propio valor insignificante, sino la conciencia de aquello que nos confiere valor.
En Vadan Chalas, Hazrat Inayat Khan nos ofrece este refrán: Al aprender a pensar, desarrollamos la dignidad en nuestra naturaleza. Mientras más uno piensa, más digno se vuelve, porque la dignidad surge de la consideración. Una persona reflexiva [thoughtful] suele estar dispuesta a estudiar y a aprender. No sólo trata de penetrar en los misterios de la vida interior y exterior, sino que, gracias al hábito de la reflexión, aprende a dominar los impulsos; el ritmo de una persona reflexiva es muy distinto del de los irreflexivos, que se rigen por cualquier capricho y sensación. Además, en inglés, la palabra “thoughtful” suele ser sinónimo de “considerado”. Por ejemplo, podríamos decir: “It was thoughtful of her to remember his birthday” [Fue considerado de parte de ella recordar su cumpleaños]. O, “Although she was clearly unable to attend the event, it was thoughtful of them to invite her” [Aunque era evidente que ella no podía asistir al evento, fue considerado de parte de ellos invitarla].
Si cultiváramos el hábito de la consideración, obviamente nos ayudaría en nuestro propio camino, pero también sería beneficioso para el mundo entero. No tiene sentido soñar con decir a los demás lo que tienen que pensar sobre la vida, pero si con nuestro ejemplo pudiéramos fomentar un ritmo más mesurado y una consideración más profunda en quienes nos rodean, eso sería un paso adelante.
Traducido por Inam Anda