Elephants (Spanish version)

Elefantes 

Cuando una criatura es tan grande como un elefante -grande en la escala humana- nos resulta fácil atribuirle significados simbólicos. El “elefante en la habitación” se utiliza comúnmente ahora para referirse a un tema que es obvio para todos pero que nadie quiere mencionar. Es de suponer que hablar del elefante en este contexto significaría tener que tratar con algo grande, incómodo y quizás difícil o incluso peligroso de manejar. ¿Cómo persuadir a un elefante para que abandone el salón sin destrozar los muebles? 

Algunos podrían pensar que este “elefantismo” actual está relacionado con la conocida historia de los ciegos y el elefante, pero esa historia apunta en otra dirección. Los ciegos fueron llevados a examinar un elefante y luego se les pidió que informaran al rey sobre la naturaleza de la criatura. Uno palpó la cola y dijo que un elefante era como una cuerda; otro palpó el costado y declaró que un elefante era como una pared; un tercero palpó la pata y dijo que era como una columna, y así sucesivamente. En este caso, el elefante no está siendo ignorado en absoluto, simplemente malinterpretado, o comprendido sólo parcialmente. Una posible explicación -y habrá tantas explicaciones como intérpretes “ciegos” de cualquier historia- es que el elefante representa la verdad, la verdad sólida, cálida, viva y que respira, y los reportes de los ciegos representan los atisbos que da el dogma religioso. Sin duda, cada inspector “ciego” dio un informe fiel de lo que sabía por experiencia, sintiendo el deber solemne de informar al rey de la verdad. En consecuencia, cada informe es absolutamente correcto, hasta donde llega, y, sin embargo, el cuento suele concluir que al oír lo que declaran los otros examinadores, los ciegos entran en disputa, cada uno argumentando enérgicamente que él sabe lo que es un elefante y los otros no saben nada. De este modo, al excluir todas las demás opiniones se pierde la totalidad de la verdad. 

Estas historias pueden inducirnos a un falso sentimiento de superioridad. Al fin y al cabo, no tenemos puntos ciegos, ¿verdad? Ciertamente, somos demasiado espirituales para estar limitados por dogmas. Pero como habitualmente miramos hacia fuera y no hacia dentro, siempre es más fácil detectar los dogmas de los demás que ver los nuestros, aunque si nos observamos con atención, podemos empezar a discernir los contornos de nuestros dogmas en nuestras reacciones ante quienes no los comparten o no los honran. Si nos enfadamos con alguien, es muy probable que haya traspasado los límites de una de nuestras creencias incuestionables. 

Sin embargo, la verdad, al igual que el elefante del cuento, debe apoyar de algún modo todas las creencias sin limitarse a ninguna de ellas. En su breve charla sobre nuestra Dependencia de Dios, Hazrat Inayat Khan dice: «Uno imagina a Dios, otra toma consciencia de Dios; hay una diferencia entre estas dos personas. El que imagina puede esperar, pero no puede estar seguro. El que toma consciencia de Dios está cara a cara con su Señor, y es él quien depende de Dios con certidumbre.» El “ciego” imagina a Dios, extrapolando a partir de un pequeño conocimiento, pero no capta la totalidad. Ser consciente de Dios no debería ser tan difícil -si Dios es omnipresente, que todo lo compenetra, dentro y alrededor de nosotros y es nuestra fuente, meta y sustento, debería ser más difícil, más trabajoso ignorar esa Realidad que darnos cuenta de ella. Por lo tanto, ser capaces de abandonar nuestra ceguera y dejar que toda la Verdad nos inunde debería suponer un gran alivio. No pretendemos mantener una visión estrecha, pero mientras pensemos que “nosotros” buscamos ser conscientes de «Dios», seguimos separados, seguimos atrapados en la dualidad. Debemos desprendernos de nuestra ceguera y dejar que nosotros y todo seamos el elefante. O, dejando a un lado la metáfora por un momento: soltar nuestro yo y dejar que Dios entre. 

Traducido por Inam Anda 

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