Práctica diaria
No hay duda de que algunas personas son más bendecidas que otras con el talento musical, incluso el artista más talentoso necesita practicar a diario. Hay una cita sobre este tema que es como una moneda tan usada que ya no podemos discernir la cara de quien está retratada; se ha atribuido a Franz List, Anton Rubenstein, Ignacy Paderewski y varios otros compositores e intérpretes, y tal vez todos lo dijeron; ciertamente todos lo sintieron. El dicho es: “Si no practico por un día, yo lo sé; por dos días, mi esposa lo sabe; por tres días, el público lo sabe “.
La misma sabiduría se aplica a nuestras disciplinas espirituales. Nadie está tan dotado espiritualmente que pueda prescindir de su régimen regular. La aspiración del alma, el corazón que “constantemente se eleva”, debe luchar perpetuamente con la inercia y la gravedad del mundo de las limitaciones. Es por eso que todas las almas iluminadas (que forman el cuerpo del Espíritu de Guía) siguen elevándose. Y por lo tanto, cuando nos extendemos hacia arriba, estamos en su compañía.
En relación con esto, hay una tendencia a pensar que estaremos más avanzados espiritualmente si tenemos una práctica muy avanzada (o esotérica, o exótica o poco conocida). Sin embargo, pensando un momento acerca de la música, podemos ver que esto no es cierto. Coloque el pentagrama de una hermosa sonata, por ejemplo, frente a un principiante, y es posible que no le quiera escuchar los resultados, mientras que una simple escala de ocho notas interpretada por un artista experimentado puede incluso hacer llorar a un oyente bien afinado.
Cuando un músico madura, todo lo que hace se vuelve musical, y de manera similar, cuando madura nuestra práctica espiritual, comienza a notarse en todo lo que hacemos. En nuestro pensamiento, nuestro discurso y nuestra acción, en la forma en que saludamos, en la forma en que servimos, en la forma en que mantenemos nuestro silencio, comenzamos a mostrar la vida y la luz que confiere la práctica regular. En esa etapa, podríamos decir que nuestra práctica cotidiana, mediante una especie de alquimia, se ha convertido en la práctica de “todo el día”.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui