‘Perdonar’
Cuando reflexionamos sobre la historia que Hazrat Inayat Khan cuenta aquí, de Moisés camino al Monte Sinaí para conversar con el Todopoderoso, podemos reconocer que, sin importar nuestra condición en la vida, existe una tendencia, al menos en algunas personas, a preguntarse cuál es nuestra posición respecto a Dios. Si de hecho pensamos en estos asuntos, probablemente nos identifiquemos más con el borracho de la historia que con el piadoso – lo que significa que, conociendo perfectamente nuestras limitaciones, asumimos que a lo largo de la vida nos quedamos cortos en demasiadas categorías como para enumerarlas.
Este es ciertamente el supuesto de Khwaja Abdullah Ansari en su poema, o quizás oración sea una mejor palabra, cuando pide a Dios que perdone sus pecados, no por su propio bien sino simplemente porque castigarlo por sus errores entristecería el corazón del Profeta. Una persona estrictamente lógica puede leer este poema y pensar, bueno, este poema nos ofrece un paso libre. Podemos romper todas las reglas, complacernos en lo que sea que deseemos, y usar este argumento para escapar de cualquier represalia.
Sin embargo, si leemos el poema no con lógica sino con el corazón, sentimos inmediatamente el profundo arrepentimiento del poeta. Sin la intensión de disculparse, confiesa que ha faltado a las enseñanzas del mensajero de Dios, para el deleite de los enemigos de Dios. Lo que es más, su humildad se muestra en su súplica por el perdón no para cuenta propia sino por el bien del corazón del que sin duda es amigo de Dios, Maoma.
Esta es una ilustración de la enseñanza Sufi de que el amor está por encima de la ley; no es por lógica que nuestros errores serán perdonados, sino por la corriente de amor y compasión, una corriente que se libera con nuestro sincero arrepentimiento.
Hazrat Inayat Khan habla de las espinas que llevamos en nuestro corazón, refiriéndose a los juicios y resentimientos por los males que hemos sufrido a causa de otros, pero una vez que hayamos aliviado nuestros corazones de nuestras propias faltas, como lo hace Khwaja Abdullah Ansari en su poema, las ofensas de los demás parecen menos significativas. Si nunca hemos hecho una reverencia con humildad genuina, probablemente seremos un severo juez de los demás – y paradójicamente, también de nosotros mismos – pero una vez que hemos pedido sinceramente perdón, y aceptado un abrazo compasivo y acogedor a cambio, se vuelve más fácil perdonar.
Traducido por Darafshan Daniela Anda