Más sobre conocer el corazón
Hace unos días, una publicación propuso trabajar por un tiempo con la frase “Oh Conocedor de mi corazón, cumple mis deseos”, y bastantes reacciones y comentarios han llegado a través de varios canales para justificar una vez más el ejercicio.
Al mantener la frase en nuestra mente y quizás colocarla en el vaivén de la respiración para que el significado se vitalice en nuestra conciencia, nos damos cuenta de una trayectoria que comienza en la profundidad de nuestro corazón y se extiende hasta la Divina Presencia. A lo largo de ese camino viaja una energía, como la electricidad a lo largo de un cable, y ese es el poder de nuestros deseos. Pero, por supuesto, la intensidad de ese poder depende de la condición del corazón. Si el corazón es sólo un armario desordenado, lleno de apuntes sin clasificar y fragmentos de nuestra vida, el revoltijo puede contener algunos destellos de belleza, pero incluso cuando los encontremos no serán muy inspiradores, y la suma total de nuestro anhelo será difusa y desenfocada. Si el espacio se despeja y se limpia, y se utiliza como santuario dirigido a un solo punto brillante de belleza, el efecto será completamente diferente.
Hazrat Inayat Khan hablaba frecuentemente del corazón como un lugar desde el cual una fuente viva está destinada a fluir, pero el manantial se ha bloqueado y tenemos que excavar. Algunos, decía él, se quejan porque al cavar encuentran barro, pero esto sólo significa que no han terminado el trabajo. Si cavan más, con el tiempo el agua clara brotará y por su propia vida ayudará a eliminar las impurezas restantes.
La frase “Oh Conocedor de mi corazón…” no es un conjuro mágico; no puede producir un efecto sin nuestro esfuerzo. Si somos perseverantes y atentos, trabajar con esta frase puede ayudarnos a darnos cuenta de que nuestro espacio del corazón está muy a menudo lleno de impulsos conflictivos y necesita una total “limpieza de la casa”. Impulsos y recuerdos que no son amorosos tienden a insensibilizar al corazón, mientras que el deseo de un corazón verdaderamente viviente llega hasta el cielo.
Entonces, ¿cómo comenzar esta limpieza? Al igual que en el ejemplo de excavar el manantial, tenemos que estar dispuestos a ensuciarnos las manos. Examina tu corazón y sopesa lo que encuentres allí. Desecha lo que no te hace feliz y lo que no sea hermoso. Mantén lo que sea edificante. Repite esto hasta que tu corazón se enternezca.
Traducido por Juan Amin Betancur