Una publicación reciente (Hazrat Khwaja Usman Harooni: The Signs of the Enlightened (Spanish version)) dio la respuesta de Khwaja Usman a la pregunta, ‘¿Cuáles son los signos del iluminado?’ En su respuesta él habla de renunciación, y de los aspectos negativos y positivos del conocimiento. Para un seguidor del camino Sufi, el trabajo de renunciación no es necesariamente privarse de todo lo que es bueno y bello, pero, como dice Hazrat Inayat en el texto recientemente publicado (Hazrat Inayat: Sensitivity, Indifference and Restraint (Spanish version)), llegar a ser indiferente a estas cosas. La opción del derviche de vivir sin posesiones y sin un hogar fijo, enfrentando calor y frío con unos harapos o totalmente sin ropa, subsistiendo con lo que venga y ayunando cuando no hay nada que comer, es una forma de aprender este principio, pero este es un método y no la meta misma. El objetivo es ser independiente de todo lo que llega y de todo lo que no llega a nuestra vida. Para eso, no es necesario que uno abandone su vida en el mundo, pero que haga un esfuerzo por cultivar el espíritu del derviche en toda circunstancia; como Hazrat Inayat dijo, “estar en el mundo, pero no ser del mundo”. O como dijo Jesús – según fuentes musulmanas que lo atribuyen a él, “Sostén el mundo en tu corazón, pero ni por un momento des tu corazón al mundo”.
La indiferencia al placer y al disgusto es lo que en Oriente se llama vairagya, y Hazrat Inayat sugiere un método simple de aplicarlo en nuestras vidas: cuando quiera que uno sea arrastrado por un fuerte sentimiento, deténgase por un momento e interiormente pruebe el opuesto. Esto no significa que uno debe dejar de disfrutar el momento si por ejemplo el sentimiento es placentero, sino simplemente darse cuenta que este momento es limitado, que también pasará y vendrá alguna otra experiencia.
En relación a la renunciación, Khwaja Usman habla de los dos ídolos, la riqueza y la posición, que deben ser derribados para percibir la luz de la Realidad. Estos ídolos representan nuestro apego a lo material y nuestra vanidad. El apego material no necesita ser particularmente lujoso para mantenernos prisioneros; frecuentemente estamos apegados a cosas simples por la comodidad del hábito, como por ejemplo uno puede decir, “Yo tomo jugo de naranja todas las mañanas y prefiero esta copa particular”. Este parece un tema muy pequeño, pero recordemos la imagen de Gulliver despertando en la tierra de Lilliput, atrapado por muchas cuerdas pequeñas. Si hay una sola cuerda, la romperíamos fácilmente, pero si hay cientos o miles, la gigantesca fuerza de vida que es la herencia Divina de cada alma, no podría hacer nada. O como Hazrat Inayat dice, “Una persona sin fuerza de voluntad es como una cabeza sin cuerpo”. De forma similar, respecto a la posición, no necesitamos aspirar a un trono o “ropas principescas” para tener un ídolo de vanidad personal al que hacemos reverencia. Cualquier auto-concepto es una ‘posición’ en el sentido de estas enseñanzas. Aun el sentimiento ‘yo soy espiritual’ es un ídolo de éstos, un pequeño dios de piedra inerte, sujetado como su primer nombre ‘yo’.