Vislumbres: Un Fiel Amigo
Entre sus muchos dones, Hazrat Inayat Khan fue un sanador muy hábil, y algunos mureeds han relatado historias de su ayuda con malestares que parecían estar más allá de la capacidad de los médicos. Pero además de la sabiduría y el poder del sanador, de parte del paciente también debe haber una creencia de buena salud, como explica Hazrat Inayat en la siguiente anécdota.
Recuerdo haber visitado a una paciente que había estado sufriendo por una enfermedad por más de veinte años y había perdido toda esperanza de recuperarse. Muchos médicos habían sido consultados, y se habían probado diversos tratamientos.
Le dije que hiciera algo muy sencillo; no le enseñé ninguna práctica especial, sino simplemente una pequeña actividad ordinaria para realizar en la mañana y la tarde. Y para gran sorpresa de aquellos en casa, comenzó a mover sus manos y piernas, algo que se había pensado imposible. Que una paciente que había estado tanto tiempo en cama pudiera hacer esto, les dio gran esperanza y para ella también fue una gran sorpresa.
Fui a visitarlos después de unos días y les pregunté, “¿Cómo está progresando la paciente?”
Dijeron, “Está progresando muy bien. No hubiéramos imaginado nunca que ella podría mover sus manos y piernas; es algo maravilloso. Pero no logramos hacerla creer que ahora, después de veinte años de sufrimiento, pueda estar bien nuevamente. Esta enfermedad ha tenido tal impresión en ella que piensa que es natural para ella, y que estar bien es un sueño, una irrealidad.”
Esto me hizo pensar que, si una persona vive en una cierta condición por mucho, mucho tiempo, tal condición se vuelve su amiga inconscientemente. Sin saberlo, puede pensar que quiere salir de ahí, pero hay una parte de su ser que, sin embargo, sigue aferrada a la enfermedad.
Un día, al recordar esta particularidad de la naturaleza humana, le pregunté a alguien que me trajeron para ser curada de una obsesión, por cuánto tiempo había tenido esa obsesión.
Ella me explicó cuán horrible era la obsesión, y cuán terrible era su vida.
Escuché por media hora todo lo que ella tenía que decir en contra de la obsesión; pero recordando este divertido aspecto de la naturaleza humana, le pregunté, “¿No lo dices en serio que quieres deshacerte de ese espíritu? Si yo tuviera ese espíritu lo conservaría después de todos estos años que lo has tenido, parecería injusto y muy cruel con el espíritu. Si este espíritu no se preocupara por ti, no se hubiera quedado contigo. En este mundo, ¿es fácil para alguien quedarse tanto tiempo junto a uno? Este espíritu es muy fiel.”
Entonces ella dijo, “realmente no quiero deshacerme de él.”
Me divirtió mucho ver como esta persona quería compasión y ayuda, pero no quería renunciar al espíritu. No era el espíritu el que estaba obsesionando a la persona, ¡sino la persona obsesionando al espíritu!
Traducido al español por Darafshan Daniela Anda