Vislumbres: Un viaje en tren
Un día, Pir-o-Murshid viajaba en tren y subieron algunos jóvenes enfiestados, chicos y chicas que hacían todo tipo de bromas entre ellos. Mirando el aspecto del Murshid y pensando “es un extranjero, seguro no conoce el idioma”, bromeaban y reían mucho y hacían todo tipo de comentarios graciosos, con los que Murshid también disfrutaba mucho. Para saber si Murshid conocía el idioma, uno de ellos le habló en inglés, pero como Murshid contestó en indostaní, encontraron un ambiente libre para las bromas.
Al cabo de un rato, repentinamente Murshid se quitó el sombrero para apoyar su cabeza libremente, y miró a las dos personas sentadas en la esquina, y la chica le habló suavemente a su chico. “Es la cabeza de Cristo”, y el chico dijo muy serio: “Tienes razón”. Una tercera persona dijo: “El cielo sabe quién es este hombre; ¿es un indio, o un griego, o un rumano?”. Su chica dijo: “Sea quien sea, parece ser un hombre bueno de verdad”.
Este comentario cambió la atmósfera de todo el compartimento. Su ánimo bromista se transformó en admiración, y a medida que pasaba cada momento, sentían más y más el peso de una presencia de la que tal vez en toda su vida no se habían percatado, y con el tiempo llegó a ser tan pesada que parecía que ya no había alborozo en esa esfera. Las muchachas se quedaron absortas mirando a Pir-o-Murshid completamente perplejas y los muchachos sin habla y totalmente cautivados. De este modo, su espíritu, su alma y su cuerpo se mantuvieron en suspenso hasta que llegó la estación de destino de Murshid, que los dejó a todos con un saludo.
Traducido por Inam Anda