Vislumbres: Inayat y su Murshid
Hazrat Inayat Khan relataba estas memorias acerca de su Murshid Hazrat Abu Hashim Madani.
Un día, seis meses después de haber sido recibido por mi Murshid como su discípulo, él comenzó a hablar sobre metafísica. Siendo yo mismo inclinado a la metafísica, recibí con entusiasmo esta oportunidad.
Durante esos seis meses nunca estuve impaciente, nunca había mostrado ningún deseo de saber más de lo que se me permitía. Estaba muy contento a los pies del maestro; eso era todo para mí. Sin embargo era un gran estímulo para mi mente escuchar de él algo acerca de metafísica. Pero tan pronto como sacaba mi cuaderno, mi Murshid terminaba el tema.
Él no decía nada, pero desde ese día aprendí la lección: “Con esto quería decir que mi cuaderno no debe ser el almacén de mi conocimiento. Existe un cuaderno vivo y es mi memoria, un cuaderno que llevaré conmigo toda la vida y más allá.”
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En mi juventud, mi interés en el camino espiritual era grande y me puse en contacto con el maestro por el cual estaba destinado a ser iniciado. Y la única cosa que mi maestro me decía era, “No importa cuán grande un maestro venga, una vez que tu hayas recibido esta iniciación, esta bendición de mis manos, tu fe no cambiará”.
Habiendo tenido una educación moderna, me preguntaba qué pensar de esto. Yo no dudaba, pero me preguntaba, “¿Qué significa?”
Pero con cada paso hacia adelante en mi vida descubrí con más seguridad que esta es la única vía correcta.
Cuando la mente se perturba, cuando una persona es desconfiada y va primero donde un maestro y luego trata otro método, ¿qué se puede encontrar en él? Allí no hay un ideal.
En una universidad, uno puede estudiar primero con un profesor y luego con otro, y así sucesivamente. Esto es lo correcto para una universidad, es un modo diferente de educación. Pero cuando se trata de educación espiritual, el idealismo es necesario.
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Recuerdo la bendición que mi maestro espiritual, mi Murshid solía darme cada vez que partía de su lado. Y esa bendición era, “Que tu iman [fe] se fortalezca”.
En el momento yo no había pensado acerca de la palabra iman. Por el contrario pensé como joven inmaduro que era, “¿Es mi fe tan débil que mi maestro requiere que se fortalezca?”. Hubiera preferido si él hubiera dicho, “Que llegues a la iluminación”, o “Que tus poderes sean grandes”, o “Que tu influencia se esparza”, o “Que subas más alto y más alto”, o “Que llegues a ser perfecto”. Pero esta cosa simple, “Que tu fe se fortalezca”, ¿qué significaba?
No criticaba pero reflexionaba y reflexionaba sobre este tema. Y al final llegué a darme cuenta de que no hay más valiosa e importante bendición que esta porque toda bendición está atada a una convicción*. Donde no hay convicción no hay nada.
El secreto de la sanación, el misterio de evolucionar, el poder de todos los logros, el camino de la realización espiritual, todo viene del fortalecimiento de esa creencia que es una convicción, de manera que nada pueda nunca cambiarla.
*Ndt: “convicción: Sentimiento de estar seguro que lo que crees o dices es verdad”, (Merrian-Webster Dictionary)
Traducido por Inam Rodrigo Anda