Glimpses : Sirkar’s first meeting (Spanish version)

Vislumbres: primera reunión de Sirkar 

El siguiente relato de la primera reunión de un buscador con Hazrat Inayat Khan proviene de “Memorias de un sabio sufí”, escrito por Sirkar van Stolk. Sirkar luego se convirtió en uno de los secretarios del Maestro, lo acompañó en sus viajes y luego fue decisivo en la fundación del trabajo sufí en Sur África. Esta reunión sucedió a finales de 1922. 

La impresión que ejerció sobre mí Hazrat Inayat Khan cuando entró al salón fue tan poderosa que nunca la olvidaré. “Un maestro de gran talla espiritual”, así fue como un amigo había descrito a este distinguido filósofo indio, de manera que viajé desde Suiza hasta Holanda con el específico propósito de escuchar su charla. No me había dado cuenta, hasta que llegué a Holanda, de que lo conocería en persona. Mi amigo ya lo había preparado todo; la reunión tendría lugar en la casa de una familia que vivía en Frederik Hendriklaan, en La Haya, y contaba las horas con deseosa impaciencia. 

No sabía en ese momento el profundo significado que tendría sobre mí aquel encuentro. Uno suele escuchar gente que habla de alguien que “cambió su vida”; la frase dice poco hasta que a uno le sucede lo mismo. Yo apenas sabía, mientras se hacían las presentaciones en aquel día especial (aquel punto de inflexión en mi temprana búsqueda de la “Verdad”), que me encontraba en presencia de una gran alma. 

Todavía con poco más de cuarenta años, de piel clara y extraordinariamente bien parecido, Hazrat Inayat Khan vestía una sencilla sotana negra. Era barbado y su oscuro cabello lo llevaba bastante largo. Pero la cosa más impresionante sobre él era la dignidad y serenidad de su comportamiento, así como los ojos marrones maravillosamente vivaces desde los cuales irradiaba una expresión de tremendo amor y poder. 

A pesar de la sensación que yo tenía, seguramente no era desconocido que él vivía en un nivel espiritual muy superior al del ser humano promedio. Había en él una cualidad de translucidez: algo brillaba a través de él. Y, sin embargo, al mismo tiempo él era muy humano. Yo me sentía al frente de alguien que veía a través de mí y para quien yo no era un extraño; alguien tan consciente de mi ser interior (como lo era con cualquiera a quien conocía) y tan familiarizado con los problemas que me preocupaban, que me sentí movido a abrirme y contarle esos problemas. De la manera más irrestricta, para ser un primer encuentro, me vi a mí mismo hablando de mis creencias, mis ideales, mi vida interior. Y Hazrat Inayat Khan escuchaba con gran paciencia y comprensión y me ofrecía un consejo que yo reconocía como adecuado. 

Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez 

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