Vislumbres: Los caballeros de Lucknow
Hazrat Inayat Khan a veces contaba esta historia, y los mureeds también recuerdan a Pir-o-Murshid Ali Khan representándola de la manera más divertida. Si el Mensaje Sufí tiene la intención de unir `Oriente’ y `Occidente’, este relato quizás da una idea de lo que significan esos términos, y cuán amplio debe ser el alcance del Mensaje.
En el pasado, la corte de Lucknow, en el norte de la India, era conocida por su particular atención a los asuntos de alta cultura. Esto impregnó toda la región, por supuesto, de modo que la gente de esa ciudad era conocida por el extremo refinamiento de su vestimenta, su discurso, sus modales, e incluso la forma en que caminaban.
Sucedió una vez que cuatro caballeros de Lucknow, que eran los mejores amigos, decidieron emprender un viaje en tren. Todos ellos llegaron a la estación mucho antes de la hora prevista, y esperaron en el andén, participando en discusiones filosóficas profundamente interesantes. Tan absortos estaban en su conversación que apenas se dieron cuenta cuando llegó el tren. Finalmente, fue necesario que el conductor se acercara a ellos y les preguntara cortésmente si querían subir a bordo.
Ciertamente lo harían; en grupo se dirigieron de manera majestuosa y digna a la puerta del compartimento.
El primero en llegar allí, sin embargo, solo dio un paso atrás cortésmente y señaló elegantemente al hombre que estaba a su lado. “Por favor”, dijo, “después de ti”.
El que estaba a su lado se volvió hacia el tercero y dijo, con un gesto igualmente elegante: “Sí, después de ti”.
“Oh, yo no”, dijo éste, volviéndose hacia el último con una reverencia. “Tú debes ir primero”.
“Ni en sueños”, contestó el hombre. “Soy más joven. El mayor debe ir primero.”
Entonces el mayor dijo a otro: “Pero tú tienes una posición tan venerada, que es natural que todos te sigamos”.
“No, no” dijo ese, volviéndose hacia otro. “No podría aceptar el honor. Tienes una barba tan magnífica que nos recuerda al Santo Profeta, que la paz sea con él. Debemos seguirte.”
“¿Yo?” dijo el de la barba, con un educado gesto de renuncia. “Soy menos que el polvo bajo las sandalias del Mensajero de Dios.” Volviéndose hacia otro, dijo: “Cuando pienso en todo lo que has hecho por la gente en tu vida, qué gran mérito has adquirido, me avergüenzo incluso de estar a tu lado. Debes ir primero.”
Y así continuaron con gran cortesía hasta que el tren dejó la estación.
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.