Hazrat Inayat: Despertar, pt. X
A medida que nos acercamos al final de esta secuencia de textos sobre el despertar del alma, Hazrat Inayat Khan habla del paso de un estado a otro, cuando pasamos de los sueños a esta vida de vigilia. La publicación previa puede encontrarse acá.
El otro día quedé conmovido al ver una obra* en la que un estudiante de la luz, de los ideales más altos, pronuncia la Palabra, la Palabra sagrada, y muere. Y lo notable fue que allí en la obra había un sabio que lo vio y comentó: “él vio más allá y murió”.
¿Qué significa la muerte? Un viraje. El alma siempre está despierta y, de este modo, siempre está viviendo, pero puede virar de un lado a otro lado. Si le llega de atrás una bella voz a la que quiere escuchar, entonces se da vuelta hacia ella, y de igual manera cuando se ve atraída hacia cierta esfera para la cual antes había estado dormida. Esto se llama despertar.
Vemos que para la naturaleza el tiempo de despertarse es la primavera. Está dormida en el invierno y despierta en la primavera. Hay también un tiempo de despertar para el mar; cuando el viento sopla y trae buenas noticias como si despertara del sueño, en ese momento las olas se levantan. Todo esto presenta esfuerzo, muestra que algo ha tocado al alma inquietándola, quitándole el reposo, haciéndola querer soltarse, liberarse. Cada átomo, cada objeto, cada condición y ser vivo tiene un tiempo para despertar. A veces, este es un despertar gradual y otras veces repentino. Para algunas personas llega en un momento por algún golpe o decepción, o porque su corazón se ha quebrado con algo que de repente ha ocurrido. Esto puede parecer cruel, pero al mismo tiempo el resultado fue un súbito despertar, y este despertar trajo una bendición inefable. La perspectiva cambia, la percepción se profundiza; se siente gozo, quietud, indiferencia y libertad, y en la actitud se evidencia compasión. Una persona que nunca habría perdonado, que deleitaba en tomar venganza, que era fácilmente disgustada, que habría medido y pesado cada cosa; cuando su alma despierta, se torna de repente en una persona diferente. Como Mahmud Ghasnavi, el emperador poeta de la India, ha dicho en las más bellas palabras: “yo, el emperador, tengo miles de esclavos esperando mis órdenes, pero en el momento en que el amor brotó en mi corazón me consideré a mí mismo el esclavo de mis sirvientes”.
Toda la actitud cambia. La cuestión es a qué despertamos, en cuál esfera, en qué plano, a cuál realidad. A veces, después de cometer un error, por la pérdida que ese error ha causado, la perspectiva se vuelve diferente. En los negocios, en la profesión, en la vida mundana, cierta experiencia, justo como un golpe, ha quebrado algo en uno, y con esa fractura una luz ha llegado, una nueva vida. Pero no es correcto despertar a alguien por error. Sin duda, con mucha frecuencia, el despertar llega por un impacto, por un gran sufrimiento; pero tampoco es necesario buscarse un golpazo. La vida reserva suficientes golpes para nosotros, no necesitamos ir tras ellos.
Para tener una idea clara del despertar, conviene considerar la condición que llamamos sueño. Muchos le dan poca importancia. Si alguien dice, “esa persona es soñadora”, quiere decir que ella no es consciente de nada. ¿Pero hay en la realidad algo que podamos llamar sueño? El significado real del sueño es aquello que es pasado. Es tan sueño el ayer como la experiencia de la noche es pasado. Cuando una persona está soñando, ¿acaso piensa que está en un sueño?, ¿acaso piensa que este es irrelevante?, ¿acaso en ese momento le da menor importancia que a su vida cotidiana? La persona lo mira como un sueño cuando ha despertado a esta otra esfera, aunque en aquella esfera no lo habría llamado sueño. Si a una persona, mientras duerme, se le preguntara “¿qué de tu experiencia de ayer?”, diría “eso fue un sueño”. “¿Y qué de la vida cotidiana?”. “Todo eso fue un sueño”.
* “El Dybbuk, o Entre dos mundos”, por S. Ansky, escrito entre 1913 y 1916.
Continuará…
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez