Hazrat Inayat: La Belleza
La belleza, que un conocedor aprecia y un amante admira, es adorada por el místico. Es inútil tratar de poner en palabras enredadas lo que es la belleza; pero si algo puede explicarla, es la otra palabra para belleza y esa es armonía. Es la armoniosa combinación de colores, el armonioso conjunto de líneas, la armoniosa combinación de objetos de la naturaleza lo que nos sugiere la idea de belleza. Para que un objeto sea hermoso, debe ser armonioso, porque de hecho armonía es belleza. Si hay algo en este mundo que hace al hombre inconsciente de sí mismo, en otras palabras, que lo hace perder su timidez, si hay algo que hace al hombre humilde, que lo hace rendirse voluntariamente, es la belleza. La belleza es algo que conquista sin espada, que sostiene sin manos, que es más tierna que los pétalos de una flor y más fuerte que cualquier cosa en el mundo. El Profeta dijo: “Dios es belleza y ama lo que es bello”.
La belleza puede ser divida en tres aspectos diferentes. El primero es la belleza del mundo objetivo, de los objetos. Este aspecto de la belleza se observa en la naturaleza. Lo que atrae inconscientemente a la persona hacia la belleza de la naturaleza es la armonía que expresa. El mar, las montañas, los ríos, y el cielo azul, la salida y caída del sol, la luna creciente y la luna llena, todos ellos parecen combinarse para que se produzca una visión divina, que comienza a hablarle al alma. Es por eso que la belleza de la naturaleza es inspiradora. Para los místicos, los profetas y los sabios, este era el medio para llegar a ese tono donde podían sentir a Dios, entonces ya no había duda de su creencia en Dios, porque ellos Lo sentían en la belleza de la naturaleza.
Está la otra belleza objetiva, el arte, la creación del hombre. Esta belleza nos atrae porque es producción e imitación de lo que el alma admira; y muy a menudo esos detalles que no se pueden ver claramente en la naturaleza son evidentes en el arte. Así el arte es a veces el terminado de la belleza que se expresa en la naturaleza. Una imagen dibujada por un artista puede ser más hermosa, por la razón de que el artista ha terminado lo que la naturaleza ha dejado sin terminar. Pero ¿quién está trabajando en el artista? El Creador mismo. Lo que el Creador dejó sin hacer, lo termina a través del artista. Por lo tanto, las obras de arte también son inspiradoras. Es muy inspirador cuando una persona escucha el canto de los pájaros, sin embargo, una canción interpretada o compuesta por un ser humano puede ser aún más exultante porque la persona ha completado esa belleza, era su misión completarla. Es por esto que el mundo fue creado, para que el hombre pueda terminar a su manera aquello que no fue terminado en la naturaleza, para completar la belleza.
El segundo aspecto de la belleza es la belleza personal, la belleza de los seres vivientes, ya sea en forma y rasgo, en pensamiento e imaginación, en mérito y calificaciones, o en virtud y cualidades superiores. ¿Qué es la bondad? Belleza. ¿Qué está bien y qué está mal? Lo que es bello está bien, y lo que carece de belleza está mal. Entonces ¿no existe tal cosa como lo que las personas religiosas llaman pecado y virtud? Lo son cuando los miramos como polos opuestos; cuando miramos los dos extremos de una línea, vemos que hay dos extremos; pero cuando miramos al centro de la línea vemos que es una línea. Estos polos opuestos nos parecen como dos sólo cuando miramos los dos extremos. Cuando la alfombra en el piso no está extendida como debería, decimos que está mal puesta; pero no hay reglas de como se debería poner; es sólo el sentido que tenemos de reconocer la belleza. Este sentido se perturba al ver que la alfombra no está extendida y recta, entonces lo que está mal es la falta de belleza.
El tercer aspecto de la belleza es la belleza de Dios, que significa belleza en su perfección. Para ver esta belleza debemos desarrollarnos espiritualmente, para que esta belleza pueda manifestarse a nuestra mirada. Todo lo que parece bueno y bello, podemos imaginarlo en perfección hasta donde alcance nuestra imaginación, llamándole la belleza de Dios; porque la belleza sólo se manifiesta a nuestra mirada en su limitación; sólo en Dios vemos la belleza en su perfección. No hay objeto del que podamos decir que sea perfectamente bello, ni hay nadie excepto en nuestro ideal, a quien podamos atribuir toda la belleza. Podemos hacer algo tan hermoso como sea posible, pero en realidad, toda la belleza pertenece a uno solo, y ese es Dios.
Hay dos formas de descubrir la belleza. La una es encontrarla en la distribución de todas las cosas y seres. Lo que una persona carece, otra lo tiene; lo que un árbol carece, otro lo tiene, lo que el río carece, el mar lo tiene; lo que falta en el desierto se encuentra en el bosque; lo que no hay en la tierra lo hay en el cielo. Y por lo tanto, cuando tomamos la belleza como un todo, comenzamos a vislumbrar lo que es. La belleza nunca está ausente, pero cuando tomamos una parte de ella y miramos sólo esa parte, sin duda veremos cierta falta de belleza. Aquellos que ven la belleza dividida en partes, en secciones, se vuelven críticos. Están en búsqueda de la belleza pero no la encuentran, encuentran un poco en una persona y carencia de ella en otra.
Pero incluso cuando ellos encuentran un poco de belleza en una persona, también descubren algo que falta; y cuando comparamos esto con la perfección de la belleza, entonces la falta de belleza se nos manifiesta mucho más que la belleza misma. Naturalmente, por lo tanto, el hombre se vuelve crítico de forma natural, y esta tendencia lo vuelve ciego a sí mismo.
La otra manera de ver la belleza divina es por un momento cerrar los ojos al aspecto denso de la belleza, para ver la belleza interior. Por ejemplo, el que se eleva sobre la belleza de la forma comienza a ver la belleza del pensamiento; el que se eleva sobre la belleza del pensamiento comienza a sentir la belleza de la emoción, del sentimiento, que es aún mayor; y aquel que se eleva incluso por encima del sentimiento y ve el aspecto espiritual de la belleza, ve una belleza aún mayor. No hay final para la realización de la belleza interior; cuando se la compara con la belleza exterior, la belleza interior es mucho mayor, aun así, no hace que una persona de la espalda a la belleza exterior. Solamente hace que la aprecie más que los demás.
En cierta ocasión, llevaron a un pensador ascético a un espectáculo de variedades en Nueva York, donde había todo tipo de bailes y actos y diferentes entretenimientos; y aquel que lo llevó allí estaba ansioso de conocer su opinión al respecto, y le dijo, “Usted es una persona contemplativa, esto de venir a ver este disparate llevándose a cabo en el escenario debe repugnarle”, él respondió, “No, para nada. ¿Cómo puede ser esto perturbador? ¿No es mi Krishna quien está actuando allí?”. Son aquellos que han sido conmovidos por la belleza interior los que son capaces de apreciar la belleza en todas las formas; y no es solamente que la aprecian; ellos la admiran y la adoran. Si se brinda adoración a algo o a alguien, es a Dios a quien se le da, que está escondido en la belleza de la forma.
Los poemas de los sufíes de Persia y de otros lugares, tales como Hafiz y Jami, Rumi y Farid-ud-Din Attar, no son solamente enunciados filosóficos, sino que están escritos de principio a fin en admiración a la belleza. Y si alguien se sumergiera profundo en cada uno de sus versos, encontraría que cada uno es igual a cien libros llenos de filosofía. ¿Por qué? Porque sus almas han sido movidas a bailar con la vista de la belleza. Lo que ellos han expresado en sus palabras está vivo, ardiente, lleno de belleza. Penetra en aquel que puede sentirla, que puede admirarla. Su poesía es su oración. Puede parecer que es un canto a la belleza, pero ¿a quién se le canta? Su canción es para Dios.
Traducido por Inam Rodrigo Anda