Hazrat Inayat: Dependencia de Dios
En unos pocos párrafos concisos, Hazrat Inayat Khan resume el origen de la dependencia, la falta de fiabilidad de depender de lo material y la necesidad de aprender a depender de lo espiritual, resolviendo, como él dice, «el problema de lo falso y lo real».
La dependencia pertenece a la materia y la independencia al espíritu. El espíritu independiente se vuelve dependiente a través de la manifestación. Cuando el Uno se convierte en muchos, entonces cada parte del Uno, al ser limitada, se esfuerza por ser ayudada por otra, porque cada parte se reconoce imperfecta. Por lo tanto, nosotros, los seres humanos, por muy ricos que seamos en los tesoros del cielo y de la tierra, somos pobres en realidad debido a nuestra dependencia de los demás. La visión espiritual nos hace conscientes de este hecho, pero la visión material ciega al hombre, que entonces muestra independencia e indiferencia hacia sus semejantes. El orgullo, la presunción y la vanidad son el resultado de esta ignorancia. Hay momentos en los que incluso el rey tiene que depender de una persona insignificante. A menudo uno necesita la ayuda de alguien sobre quien siempre se ha sentido orgulloso y a quien siempre ha mirado con desprecio.
Así como los individuos dependen de otros individuos, las naciones y las razas dependen unas de otras. Ningún individuo puede decir que puede arreglárselas sin nadie más y ninguna nación puede ser realmente feliz mientras otra nación es infeliz. Pero tanto los individuos como las comunidades dependen sobre todo de Dios, en quien todos nos unimos. Aquellos que dependen de las cosas de la tierra ciertamente dependen de cosas que son transitorias, y tarde o temprano las perderán, por lo que solo queda un objeto de dependencia, y ese es Dios, que no es transitorio y que siempre es y siempre será. Sadi ha dicho: “El que depende de Ti nunca será decepcionado”.
Sin duda, la dependencia en Dios, que en términos sufíes se llama Tawakkul, es lo más difícil. Para una persona promedio, que no ha conocido ni visto a Dios, sino que solo ha oído en la iglesia que existe alguien en los cielos que se llama Dios, y que ha creído esto, es difícil depender completamente de Él. Una persona puede esperar que haya un Dios y que, al depender de Él, se le cumpla su deseo; otra persona puede imaginar que puede haber alguien a quien la gente llame Dios, pero para él también es difícil depender completamente de Él. Es para ellos que el profeta ha dicho: «Amarra tu camello y confía en Dios». A Daniel no se le dijo que tomara una espada y se metiera entre los leones.
Uno imagina a Dios, otro toma consciencia de Él; hay una diferencia entre estas dos personas. El que imagina puede esperar, pero no puede estar seguro. El que es consciente de Dios está cara a cara con su Señor, y es él quien depende de Dios con absoluta convicción. Es cuestión de luchar en la superficie del agua o de sumergirse valientemente en las profundidades, y tocar el fondo del mar. No hay mayor prueba para una persona que la dependencia en Dios. ¡Qué paciencia se necesita, además de una fe ilimitada, para estar en medio de este mundo de ilusión y, sin embargo, ser consciente de la existencia de Dios! Para ello, el hombre debe ser capaz de convertir en muerte todo lo que se llama vida, y de tomar consciencia de la verdadera vida en lo que generalmente se llama muerte. Esto resuelve el problema de lo falso y lo real.