Hazrat Inayat: No te preocupes por la falta del otro
Cuando avanzamos en el camino espiritual, lo que más debemos recordar es dejar que cada uno vaya por su propio camino. Quienes recorren el camino espiritual deben siempre recordar que criticando a otro no hacen ningún bien a ellos mismos ni a los demás. Si otra persona tiene una falta, un discípulo debe saber que su misma falta le enseñará, tarde o temprano, o su falta le pedirá a otros que le enseñen, y el discípulo debe dejar que otro consiga ese privilegio de corregirlo. Tan pronto como un discípulo ejerce su poder para corregir a otros, pierde su camino. Un discípulo debe preocuparse por su propio camino, y no preocuparse por el de otros.
Podrás pensar que es una lección de distanciamiento, que es un consejo para ser exclusivo, que es una enseñanza de indiferencia. Sea como la llames, ése es el camino. Es tan pesado para un discípulo mantener su propia personalidad en el camino correcto, como debiera ser; en otras palabras, mantener su corazón afinado, mantener su propio espíritu en el ritmo correcto. Y cuando en vez de hacerlo se preocupa por el de otro, pierde su camino. No hay amabilidad, no hay bondad en intentar corregir a otro. Hay muchos en este mundo para corregirlo. La vida misma será la primera que corregirá a quien obra mal. La vida abofetea a una persona más fuertemente de lo que una persona puede castigar a otra persona. No necesitamos preocuparnos por las faltas de nadie. Y por lejos que hayamos avanzado, debemos saber que mientras más avanzados estemos, más faltas encontraremos en nosotros. No quiero decir que el avance añada faltas; solo quiero decir que el avance hace tu vista tan aguda que en cada paso hacia adelante, se manifiestan más faltas ante ti, faltas que eran quizás desconocidas antes para ti.
La actitud de quien recorre el camino espiritual hacia quien obra mal debe ser de tolerancia, de perdón, también de indiferencia, tal como el símbolo japonés de los tres monos, “No veas el mal, no escuches el mal, no hables el mal”. Desde el momento en que tomamos este primer paso en el camino espiritual, el mal termina. ¿En qué sentido termina? ¡Que ya no reconocemos el mal! ¿Qué significa? ¿Significa que alentemos el mal? ¿Significa que reconozcamos el mal como bueno? ¿Significa que amemos el mal? ¡No! Lejos de esto. ¡Sólo significa que no juzguemos! Y al no juzgar, ¿significa que ya no conocemos la justicia? No. Significa que conocemos más justicia, que ahora somos un juez más grande. Desde el momento en que dejamos de juzgar, desde ese momento nos convertimos en juez. Entonces sabemos lo que significa la justicia. ¿Justicia significa condenar a cualquiera, justicia significa criticar a cualquiera, justicia significa insultar a cualquiera, justicia significa corregir a cualquiera? No. ¡Justicia significa saber sin saber, ver y no ver, escuchar y no escuchar! Y podríamos pensar, ¿acaso este estado negativo no hace de una persona un ser totalmente diferente? ¡Y qué importa si se convierte en un ser diferente! ¿Qué es lo que perseguimos? ¿No es la verdad? Eso es lo que perseguimos. Si vas hacia la verdad, empeñas tu personalidad, tu actitud, tu mirada, tu acción. ¿Qué importa? Al contrario; es lo que debe ser. Debes cambiar. ¡La vida significa cambio!
Pero podríamos decir, “¿No debería ser yo diferente de los demás?” Sí, naturalmente, deberías ser diferente de los demás, mientras no le muestres al mundo que eres diferente de los demás. Cuando comienzas a mostrar a los cuatro vientos, “Soy diferente de todos ustedes”, entonces caes. Y si no caes, ellos te harán caer. Pero al ser diferente de los demás en tu mirada, no hieres a nadie. El principio de cualquiera que viaje en el camino espiritual debe ser la modestia, que no se inclina a juzgar, que no intenta ser un maestro –en otras palabras, no intenta corregir a los demás–, que está listo para tolerar, que está listo para perdonar. También, que no hace alarde de nada, de saber algo o de ser algo. Hacia fuera, ser como todos, hacia adentro ser lo que uno es.
Traducido por Juan Amin Betancur
Muchas gracias querido maestro Nawab. Es una enseñanza que va en contra vía de nuestra tendencia a corregir a los demás. Tengo dos preguntas. La primera es; por qué el Murshid considera que dejar que otros corrijan a alguien es un privilegio. La segunda, supongo que el contexto de la enseñanza es de no corregirnos entre hermanos (¿a menos que un hermano nos pregunte sobre su comportamiento y parte de la respuesta sea corregirlo?). En el contexto de la educación de nuestros hijos es evidente que debemos hacerlo hasta que sean mayores de edad. ¿Qué piensas? Muchas gracias.
Dear Amin, forgive me if I answer in English. Yes, Hazrat Inayat does say that we can leave the ‘privilege’ of correcting others to others. It is a privilege in the same way that an aristocrat might claim the privilege of being addressed in a special way and of having the best place. In other words, it is a privilege enjoyed by the ego, and if some want that, let them have it. The spiritual seeker is not interested in feeding his ego (we hope).
Regarding the second question, please remember that there is no dogma or rule in the Sufi path, and so we cannot say that the Sufi ALWAYS avoids correcting another. Obviously, there are times when it is right to make a correction. If you go the doctor with a sore throat, and he reads the wrong file and thinks you are there for abdominal surgery, you will certainly want to set him straight. But if correcting another can be avoided, then certainly it is better to avoid it.
Con mucho amor, Nawab
Sí.. También yo me preguntaba qué hacer cuando en mi función como docente encuentro errores no solamente en el conocimiento transmitido sino en la forma de actuar del estudiante?