Hazrat Inayat: Efectos de la música
Aunque comienza hablando de los efectos de la música en los animales, incluyendo sus propios experimentos al tocar la música a las vacas y a los pavos reales, Hazrat Inayat Khan pasa rápidamente a los efectos espirituales de la música en los Sufis.
Para hablar ahora del efecto de la música en los animales: es mejor hacer experimentos con aquellos animales que están muy asociados con el hombre, como el caballo, el perro, las vacas y los bueyes, y mascotas como los loros y las cacatúas. Por su asociación con el hombre, estos animales tienen reflejadas en ellos algunas cualidades humanas. El caballo que se asocia con el hombre tiene mucha más bondad, mucha más simpatía y comprensión que el caballo de la selva. El perro que vive con el hombre se vuelve fiel, obediente; el perro salvaje es un animal muy feroz.
He hecho experimentos con vacas y descubrí que les gustaba mucho escuchar música. Había un viejo buey en particular que, cuando oía tocar un instrumento, dejaba su forraje y venía a escuchar. Las aves son muy amantes de la música. He visto que un pavo real, cuando se tocaba la música ante él, escuchaba y extendía las alas y empezaba a bailar, y luego seguía al músico, y cada día se acercaba un poco más. Le gustaba tanto la música que bailaba y se olvidaba de todo lo demás. Cuando dejaba de tocar venía y golpeaba la vina con su pico para hacerme regresar y tocar de nuevo.
Las serpientes, también son fácilmente atraídas por la música, por la flauta India, por un pedazo de bambú, o por la vina si la oyen. Pero los que tocan la vina son personas serias, y prefieren encantar a los seres humanos antes que a las serpientes. Se utiliza una raga especial para encantar a las serpientes.
Los yoguis y los Sufis en sus meditaciones siempre han tenido música. La música es el mayor misterio del mundo. Toda la manifestación está hecha de vibraciones, y las vibraciones contienen todo su secreto. Las vibraciones de la música liberan el alma, y quitan toda la pesadez que mantiene atada una persona.
Existe esta diferencia entre los Sufis y los yoguis y todos los demás místicos: sus ideas, sus pensamientos y su vida son totalmente iguales, pero verás a los Sufis a veces en las lágrimas y a veces en la alegría. Las personas mundanas piensan: “Están locos”, y los místicos pueden pensar: “Están en la superficie. No están en el mismo nivel”. Para el Sufi, la autocompasión, las lágrimas por lo que le sucede al yo, son haram, están prohibidas, pero las lágrimas por el pensamiento del Amado, por la realización de alguna verdad, son permisibles. La alegría extrema por lo que le sucede al yo no está permitida, pero la alegría por el pensamiento del Amado está permitida. El corazón es tocado, es conmovido por el pensamiento de Dios. Es entonces cuando los derviches bailan. A veces la danza expresa la acción del Amado, a veces es el rostro del Amado.
Los Sufis han utilizado la música, no como una diversión, sino como una purificación, como una oración a Dios. La Orden Chishti de los Sufis utiliza especialmente la música. Esta Orden existe principalmente en la India, y ha venido de Rusia, “Chishti” en ruso significa “puro”, y “Sufi, safa”, significa “puro”. Hay diferentes medios de purificación. Según nuestro punto de vista, todo parece bueno o todo parece malo. El viejo lema griego dice: “El mal es para quien piensa mal”. La música llega al alma en un momento, como el telégrafo llega de aquí a Nueva York. Lo que puede parecer un entretenimiento, algo ligero, es una oración a Dios. Hay diferentes maneras de rezar a Dios. En los tiempos en que el mundo estaba más interesado en la música, el arte, la ciencia y el entretenimiento, se utilizaban para llevar ante la gente la idea de algo más elevado. Se han empleado la música y las presentaciones, y las iglesias han utilizado algún tipo de espectáculo. Si vas entre personas de otras ocupaciones, las encontrarás frías. Te prestarán poca atención, te hablarán sólo una palabra. Pero el corazón de los músicos, que tiene que ver con el sonido, se calienta con el sonido.
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.