Hazrat Inayat: Fe y duda parte I
Con esta publicación comenzamos una breve serie en la que Hazrat Inayat Khan habla de la luz de la fe y la enfermedad de la duda.
La fe y la duda son como la luz y la oscuridad. Los momentos de fe son como los momentos del día, y los momentos de duda son como los de la noche. Así como el día y la noche llegan a la vida, también llegan las horas de fe y las horas de oscuridad. Es la búsqueda del alma el llegar a esa etapa donde siente fe y es la naturaleza del alma acumular dudas a su alrededor. Entonces, el alma atrae tanto la fe como la duda. Si sucede que atrae más dudas, entonces se acumularán más dudas; si atrae la fe, más y más fe llegará.
Las dudas pueden compararse con las nubes. Si hay una nube, atraerá a otras, y si se juntan muchas nubes, atraerán aún más para que se unan a ellas. Si hay un rayo de sol atravesando las nubes, las dispersará, y una vez que se dispersen, se dispersarán más y más, y más y más luz se manifestará a la vista. Las dudas cubren la fe, pero la fe rompe la duda. La fe es más confiable: las dudas sólo van y vienen.
No sería una exageración si dijera que la duda es una enfermedad, una enfermedad que quita la fe. Quizás sería más apropiado decir que la duda es el óxido que carcome el hierro, la fe de acero. Es muy fácil dejar que las dudas actúen, y es difícil mantener la fe. Por muy evolucionada que sea una persona, llega un momento en que las dudas se apoderan de ella, y en los momentos en que duda, la luz de la inteligencia desaparece. Por lo tanto, hay un conflicto constante entre la duda y la fe. Si no existiera este enemigo que siempre combate contra la fe, el hombre podría hacer grandes cosas, cosas maravillosas; cada hombre haría milagros, cada hombre sería perfecto. Esto demuestra que cuanto mayor es tu fe, mejor persona eres; cuanto más arraigada esté tu fe, más alto llegarás.
Uno podría preguntarse: ¿Es posible desarrollar la fe? ¿Es posible encontrar la fe? Sí, en cada persona hay una chispa de fe escondida en alguna parte, pero a veces está tan cubierta, nublada y enterrada, que se necesita excavar, necesita ser desenterrada. ¿Con qué está enterrada? Con la arena de las dudas. Tan pronto como se quita la arena, la fe, como el agua, brota.
Podemos estudiar este principio en un niño: un niño nace con fe. Cuando uno dice: “Esto es agua, esto es pan, esto es padre, esto es madre”, el niño no se niega a creerlo; no dice: ‘No es así’. El niño inmediatamente lo toma como tal. Es después cuando empiezan a surgir las dudas. Cuando el bebé crece, cuando comienza a escuchar una historia y pregunta: “¿Pero es real?”, Entonces comienza la duda. Muy a menudo, el conocimiento mundano genera más y más dudas; las experiencias de la vida mundana hacen dudar cada vez más, y cuando la duda se vuelve predominante en la naturaleza de una persona, entonces ella duda de todo y de todos. Duda de aquellos de quienes no se debe dudar, y duda de aquellos de quienes se puede dudar; siempre hay una duda ante sus ojos. Tan pronto como lanza su mirada sobre una persona, la nube de duda se interpone entre ellos. De esta manera se pierde la inspiración, se pierde el poder, se pierde la personalidad; el hombre se ha convertido en una máquina, en un mecanismo.
En el mundo de los negocios, en el mundo de la industria, a una persona no le importa cuáles son tus sentimientos, cuál es tu ser, cuán evolucionado eres, cuán profundamente sientes, cuáles son tus principios, cuáles son tus pensamientos. Lo que le preocupa a esta persona es si la otra firmará el papel, si sellará ese papel de una vez y si hay dos testigos que lo miran al mismo tiempo. No importa lo que seas, quién eres, siempre que el papel sea perfecto. Estamos llegando a la perfección mecánica; buscamos la perfección mundana, terrenal.
Hace quinientos años – esto muestra cómo el mundo ha cambiado gradualmente – un poeta indostaní escribió: “Han pasado aquellos días en que el valor se atribuía a la personalidad del hombre”. Así es; hace algunos siglos que el mundo se derrumbó. Parece que el hombre no tiene confianza, ni fe en otro hombre; en lo que confía es en la palabra escrita.
Continuará …
Traducido por Darafshan Daniela Anda