Hazrat Inayat Fe y Duda pt II
En la conclusión de esta conferencia, Hazrat Inayat Khan continúa su advertencia contra la enfermedad de la duda y la palabra ‘tal vez’, y esboza los pasos necesarios hacia el desarrollo de la fe. La entrada anterior está aquí.
La fe debe continuar hasta el final. Uno puede tener fe al subir una escalera de cien peldaños; uno puede subir noventa y seis peldaños con fe, y luego puede perderla. Antes de los cuatro escalones que quedan por subir uno puede perder la fe; la duda ha llegado y todo el viaje se echa a perder. Esto sucede muy a menudo en la vida de tantas personas que se encuentran cara a cara con su éxito y, sin embargo, fracasan. Acaban de acercarse a lo que querían y entonces lo pierden. En la vida de casi todas las personas vemos esto, y cuanto más grande es la persona, más lo vemos; porque cuanto más grande es la persona, más poderosa es su fe, y por lo tanto es capaz de ver la obra de la fe. Es como enviar una cometa tan lejos en el cielo – y antes de que se eleve a lo más alto, cae hacia abajo. El enemigo que causa esto es la duda.
Uno puede hacer algo durante toda su vida, y lograrlo en gran medida, pero por falta de un poco más de fe lo perderá, y todo lo que se hizo se echará a perder en un momento. ¿Cuánto tiempo se tarda en construir una casa y cuánto en destruirla? ¿Cuánto tiempo se necesita para que un negocio sea realmente próspero? ¿Cuánto se tarda en fracasar? Un momento. Cuando uno aprende este principio y piensa en él, empieza a ver que el mundo entero, con todo lo que oímos y vemos y tocamos y sentimos, es todo ilusión frente a la fe. Sólo la fe es la realidad, y comparado con la fe todo lo demás es irreal. Pero como no vemos la fe con nuestros propios ojos, es muy difícil llamar a la fe real y a todo lo demás irreal; nuestros ojos no pueden ver la fe y no sabemos dónde está.
Ahora surge la pregunta: ¿cómo se puede encontrar la fe en uno mismo, cómo se puede desarrollar? Uno puede encontrar la fe practicando la confianza en uno mismo como primera cosa, teniendo confianza en uno mismo incluso en las cosas más pequeñas. Hoy en día la mayoría de la gente tiene la costumbre de decir con todo “tal vez”. Parece como si se hubiera introducido una nueva palabra: “tal vez”. Es una expresión de cortesía, o una palabra de gente refinada para mostrarse pesimista. Puedo ver su razón; piensan que es fanático, presuntuoso y simple decir: ‘Será’, o ‘Vendrá’, o ‘Se realizará’, o ‘Se cumplirá’. Decir ‘tal vez’ -eso creen- les libera de la responsabilidad de haberse comprometido. Cuanto más pesimista es una persona, más “tal vez” utiliza, y este “tal vez” ha calado tan hondo en las almas de hoy que no pueden encontrar la fe.
Una vez desarrollada la confianza en uno mismo, el segundo paso consiste en confiar en otro con los ojos cerrados. Uno podría pensar que esto no siempre es práctico, y uno podría pensar que podría llevar a una gran pérdida. Pero al mismo tiempo incluso esa pérdida sería una ganancia, y mil ganancias comparadas con la pérdida de la fe, serían nada. Una persona es más rica si ha confiado en alguien y ha perdido algo, que si no ha confiado en alguien y ha conservado algo -¡algo que un día le será arrebatado! Podría perfectamente haber renunciado a ello.
Se podría decir que toda persona que es simple, tiende a confiar en otra. Sí, pero la diferencia entre la persona sabia que confía valientemente y la persona que es simple, que confía fácilmente es grande. El sabio que confía, si es influenciado por otro para que no confíe o no deba confiar en cierta persona, aunque se le dé cierta prueba, aun así ese hábito de confiar permanecerá con él. Cuando a un hombre corriente le dicen: “¿Qué haces? Confías en alguien que no es digno de confianza”, su confianza cambiará. Esa es la diferencia entre el sabio y el necio. El necio confía porque no sabe qué hacer; el sabio confía porque sabe que confiar es lo mejor.
El tercer paso hacia el desarrollo de la fe es confiar en lo invisible, confiar en algo que no se ve. La razón no muestra qué es, dónde está, cómo es, cómo debe conseguirse, cómo puede lograrse, cómo debe obtenerse, cómo puede alcanzarse. No se ve la razón, sólo se ve: se hará, debe hacerse, debe llegar. Es esa confianza en lo invisible lo que se llama confianza en Dios. Cuando no ves ninguna señal ante ti de algo que debe suceder, y sin embargo piensas: “Sí, debe suceder, sucederá, ciertamente debe suceder”, y no tienes ninguna duda, entonces tu confianza está en Dios.
El primer principio del mensaje sufi es la fe. No se trata sólo de estudios ocultos, ni de análisis científicos, ni de fenómenos síquicos. La primera lección del mensaje es la fe, y es con fe como se difundirá el mensaje. Cada uno de nosotros trabajará a su manera en el servicio, en la difusión del mensaje, y es con fe como se cumplirá el mensaje de Dios.
Traducido al español por Arifa Margarita Jáuregui