Hazrat Inayat: Amistad pt V
Con esta publicación en la que Hazrat Inayat Khan considera la amistad de Dios, llegamos al final de nuestra breve serie sobre la visión sufi de la amistad. La entrega anterior de la serie se puede encontrar aquí.
Finalmente, llegamos a la más misteriosa expresión, y sin embargo una expresión conocida por todos en el camino religioso: la Gracia de Dios. ¿Qué es? Es la amistad de Dios. Es la emoción amigable de Dios. No es la cualidad juzgadora de Dios. Cuando la gracia de Dios viene, no llega diciendo: ‘¿eres digno, eres indigno, lo mereces o no lo mereces?’ Llega como la emoción, el amor, la devoción, la admiración de amigo a amigo. No hay límites. Alguien podría decir que, porque en la última encarnación había hecho tanto mal, en esta vida tiene un tiempo difícil con mucho sufrimiento; o que en la última encarnación hizo tanto bien, que esta vez se volvió rico; y otros podrán decir que cuando vayan al infierno serán azotados por sus pecados, fustigados y arrojados al fuego. Pero cuando miras la gracia de Dios, olvidas todas esas cosas; nada de reglas, de leyes, nada de merecer o no merecer se puede ya distinguir. Solo hay una cosa y es el amor, amor que se ubica por encima de la ley.
La gracia de Dios no llega especialmente a los piadosos, no necesariamente viene a las personas que son muy buenas, tampoco llega fácilmente a las personas que son muy sobrenaturales y místicas. Viene, como viene el amor, de amigo a amigo. Cuando el amor llega, viene sin concepción de correcto o incorrecto. Es una emoción, es la formación de la ola, es un sentimiento divino que llega. Se eleva como un torrente y cae sobre la persona como mil regalos. Puede ser como inspiración, puede ser como consuelo, puede ser como salud, puede ser como paz, puede ser como reposo, se puede mostrar a sí misma en mil formas diferentes.
El conocimiento de lo que agradará a tu amigo, si acaso te llega, solo llegará si realmente sabes lo que es la amistad. De otra manera, podrás creer que eres amigo, y toda tu vida podrás tratar de agradar a tu amigo, pero nunca serás capaz de lograrlo.
Es lo mismo con Dios. Podrás hacer todas las buenas acciones posibles y ofrecer mil plegarias, y si en realidad no sabes qué es lo que agrada a Dios, no puedes agradarlo. Pero eso no viene del conocimiento; viene solo de la amistad. La amistad es una acción automática, es una devoción inocente, un inconsciente en marcha, un sentimiento puro profundo, vivo. Automáticamente este sentimiento produce gracia. Por lo tanto, nadie puede decir porqué una persona es amiga de otra. No podemos ser jueces de esto; no lo podemos entender. Y así nadie puede decir por qué Dios se complace con esta persona o aquella. Vemos a veces personas que no lo merecen y tienen una gran riqueza; y luego aquí hay otros que, si tuvieran dinero, verdaderamente le darían el mejor uso posible. Algunos no parecen merecer el rango o la posición que tienen; otros quizás ante nuestros ojos merecen más y sin embargo ante los ojos de Dios es diferente. Es porque lo merecen, aunque nosotros no veamos porqué y cómo. Y es lo mismo con la amistad. Cuando alguien dijo a Majnun, “Majnun, Leila no es bonita, ¿por qué eres tan devoto a Leila?” Majnun dijo, “Para ver a Leila tienes que pedirme prestados los ojos.”
Cuando juzgamos a la gente, ¿vemos con los ojos de Dios? ¿Vemos qué sentimiento tiene Dios hacia ellos? Y cuando no podemos mirar de esa manera, no tenemos derecho a cuestionar porqué otros están en esta posición o en aquella en la vida, porqué algunos son ricos, porqué están en una gran posición; todo es una especie de lucha con Dios. Y aquellos que aprenden este único principio, que con un amigo debemos hacer lo mejor que podamos hasta el final, para probar ser dignos de su amistad, y aquellos que tratan de hacer lo máximo para considerar el agrado o desagrado de Dios sin ningún pensamiento de recompensa o de respuesta alguna de Él, son quienes verdaderamente conocen el significado de la amistad.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel
Que palabras tan hermosas y profundas Sobre la Amistaf
La Gracia de Dios parece inalcanzable pero llegará el día, si perseveramos, que alumbrará nuestro camino y ya no necesitaremos ninguna otra cosa terrenal