Hazrat Inayat : From Limitation to Perfection pt I (Spanish version)

Hazrat Inayat: de la limitación a la perfección, pt. I 

Con esta publicación empezamos una serie de enseñanzas de Hazrat Inayat Khan sobre el viaje en el que se empeña toda la creación, consciente o inconscientemente.  

Las rocas, los árboles, los animales y el hombre muestran todos a su vez una inclinación a buscar la perfección. La tendencia de las rocas es formarse como montañas alzándose hacia lo alto. Y las olas siempre están levantándose como si trataran de lograr algo que está más allá de su alcance. La tendencia de las aves es la misma. Su alegría es volar en el aire y elevarse. La tendencia de muchos animales es alzarse sobre sus patas traseras. Y el humano, culmen de la creación, desde la infancia tiene esta tendencia de ponerse en pie. Un bebé, aún incapaz de sostenerse, mueve sus pequeñas manos y piernas mostrando su deseo de hacerlo. 

Todo esto muestra el deseo de perfección. La ley de gravedad solo está a medio conocer por el mundo científico, que cree que la tierra atrae todo lo que le pertenece. Esto es cierto. Pero también el espíritu atrae todo lo que le pertenece, y ese otro lado de la ley de gravedad siempre lo han sabido los místicos. La ley de la gravedad trabaja desde dos lados: desde el lado de la tierra que atrae todo lo que pertenece a la tierra, y desde el lado del espíritu que atrae al alma hacia él. Incluso los que no son conscientes de esta ley gravitacional están esforzándose por la perfección, pues el alma siempre está siendo atraída hacia el espíritu. De la misma manera ellos se esfuerzan por la perfección. En las pequeñas cosas de la vida cotidiana, el ser humano nunca está satisfecho con todo lo que él es. Siempre quiere más y más, sea esto un rango superior, riqueza o fama. Siempre se empeña en eso. 

Esto muestra que el corazón es un tazón mágico. Por mucho que viertas en él, solo se hará más profundo. Siempre estará vacío. La razón de que el ser humano nunca esté satisfecho es que de manera inconsciente lucha por la perfección. Quienes, sin embargo, se esmeran conscientemente por la perfección, tienen un camino distinto. En todo caso, cada átomo del universo está destinado a luchar y esforzarse por volverse perfecto un día. En otras palabras, si un vidente estuviera en las montañas las escucharía clamando continuamente: “estamos esperando por algún día en que algo en nosotras despierte. Vendrá el día de despertar, de evolucionar. Esperamos por ello en silencio”. Si él se internara en el bosque y viera los árboles ahí de pie, ellos le contarían que también esperan con paciencia. Uno puede sentirlo. Entre más se siente uno ahí, más sentirá que los árboles aguardan el momento de una evolución. Así es con todos los seres. Pero el ser humano está tan enfrascado en sus acciones cotidianas y su ambición que parece no atender a ese deseo innato de desarrollarse. Sus labores diarias, su avaricia, su crueldad con otros seres, lo mantienen ocupado y por eso no puede escuchar el clamor constante de su propia alma por despertar, por desarrollarse, por elevarse, expandirse y encaminarse a la perfección. 

En la naturaleza de Dios está el deseo de hacer realidad su propia perfección. Un artista desea sacar lo mejor que hay en él; allí radica su satisfacción. En cada alma hay un anhelo por sacar, por llevar a la culminación, lo que espera dentro de él. Y en el momento en que se realiza este anhelo, se cumple el propósito de cada alma al haber nacido en la tierra. 

Tal como es la naturaleza de las criaturas, así es la naturaleza del Creador. Su satisfacción radica también en realizar la perfección. Con este fin fue creado todo. Su naturaleza se perfeccionó al atravesar por completo todo ese proceso, donde radica el cumplimiento de su propio deseo.  

Todo lo que está en nuestra naturaleza también está en la naturaleza de Dios. La única diferencia es que Dios es grande y nosotros pequeños. Nosotros somos limitados, Dios ilimitado. Nosotros representamos la imperfección, Dios representa la perfección. Así como nosotros dormimos, Dios duerme también. Si podemos ser inconscientes, también hay una inconsciencia de Dios. En la Biblia se dice que el hombre fue creado a imagen de Dios. Si uno desea estudiar a Dios, debe estudiar al ser humano.  

Continuará… 

Traducción por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez 

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