El siguiente texto fue publicado en la revista ‘Sufi’ en abril de 1918. En ese entonces eran como ocho años desde que Hazrat Inayat Khan había venido desde Oriente; era padre de tres pequeños niños (el cuarto, Khair, nacería el año siguiente); había logrado atraer a un pequeño grupo de seguidores en Inglaterra durante los años de la Primera Guerra Mundial, pero los intensos y productivos viajes por toda Europa y Norteamérica y las Escuelas de Verano de Suresnes todavía no habían llegado. Este pasaje no es tanto una enseñanza directa sino una reflexión de Hazrat Inayat sobre la forma en que los eventos de su vida lo habían formado para su tarea. Las palabras ‘Cómo fui entrenado’ pueden llevarnos a pensar en descripciones de regímenes de oración y varias disciplinas espirituales, pero aprendemos aquí cómo las dificultades y frustraciones de la vida dieron forma a su mundo interior. Puede ser útil recordar que el Maestro fue un ser humano con la necesidad de formarse, y talvez podamos aprender a aplicar algo de esta sabiduría y paciencia en nuestro propio viaje.
Cómo fui entrenado para el Servicio de Dios y la Humanidad
Cuando miro hacia atrás en mi pasado, veo que cada experiencia feliz o infeliz que tuve que pasar, por más amarga o dulce que haya sido el momento en que sucedió, fue lo mejor, y todo fue para un propósito definitivo.
Ahora veo que cada vez que deseaba cosas que estaban destinadas para mí, un camino se hacía claro, y una mano amiga se extendía para ayudarme a conseguirlas, y cada vez que daba los pasos para conseguir lo que no era conveniente para mí, por fascinante que pareciera en ese momento, era arrebatado de mí, o yo era retirado de allí por alguna fuerza poderosa.
A veces un gran desespero me abrumaba, y me preguntaba por qué todas las cosas que eran permitidas para otros no deberían serlo para mí. ¿Por qué no debería tener todo lo que deseo en el mundo cuando estoy deambulando por aquí sólo por un tiempo?
Me lamentaba ante Él desde lo más profundo de mi corazón, diciendo, “Mi Señor, mi Sostenedor, ¿qué Te hace conceder mis deseos a veces y por qué otras veces rompes mi corazón?”
Entonces la respuesta llegaba, “Nosotros sabemos lo que es mejor para ti y para el propósito de tu vida. Tú no sabes lo que deberías tener y lo que no deberías tener”. Sumisamente inclinaba mi cabeza y decía, “Hágase Tu voluntad”.
Más tarde, por Su Misericordia, vi el sutil misterio de la ley de la naturaleza, y aprendí que mi pasado sucedió en preparación para hoy, y la semana pasada para el trabajo de esta semana, el mes pasado para este mes, los afanes que tuve el año pasado para este año. Así, todo mi pasado fue en preparación para el futuro.
Mi ego fue constantemente aplastado por el eco de cada palabra que pronuncié con orgullo, porque inmediatamente hubo una respuesta para ella. Si me sentía un poco satisfecho conmigo mismo, alguna falla en mí inmediatamente se manifestaba para humillarme. Si pensaba muy bien de mi familia, surgía algo para contradecirme. Si me enorgullecía de mi nación o raza, recibía un golpe en respuesta desde la misma fuente de mi orgullo.
Si Nos conoces, conoce toda Nuestra creación como Nosotros
Elevaba mis ojos hacia Él y oraba, “Oh mi Señor, ¿Por qué aplastas mi orgullo y me haces pequeño ante las personas?”, y la respuesta llegaba, “El nombre del Señor es Kabir, el ego perfecto, el Único que merece todo el orgullo y a Quien se le debe toda alabanza”.
“Aquellos que se enorgullecen de sus ideales son como idólatras; son para sus ideales y no para Nosotros. Si Nos conoces, conoce toda Nuestra creación como Nosotros. Si Nos alabas, alaba Nuestra inmanencia en la sublimidad de la naturaleza. Si Nos sirves, sirve a la humanidad sin distinción de clase, casta, credo, raza, nación o religión; ese es el propósito de las almas que son bendecidas por la Visión de su Dios”.
Traducido por Inam Rodrigo Anda