Hazrat Inayat: Iniciación pt VII
En este reinicio de la serie de instrucciones sobre la iniciación, Hazrat Inayat Khan nos dice que hay dos cosas necesarias en el camino: contemplación, y vivir la vida que el Sufí debe vivir. La publicación anterior de la serie puede ser encontrada aquí.
Sin duda hay cosas que sobrepasan la comprensión ordinaria del hombre. Hay cosas que solo se pueden enseñar hablando o actuando, pero hay una forma de enseñar que es sin palabras. No es una enseñanza externa; es una enseñanza en silencio. Por ejemplo, ¿cómo puede el hombre explicar el espíritu de sinceridad, el espíritu de agradecimiento? ¿Cómo puede el hombre explicar la verdad suprema, la idea de Dios? Cada vez que lo ha intentado ha fracasado, ha confundido a algunos y ha hecho que otros abandonen su creencia. No es que aquel que ha tratado de explicarlo no lo entienda, sino que las palabras son inadecuadas para explicar la idea de Dios.
En Oriente, hay grandes sabios y santos que se sientan inmóviles, con los labios cerrados, por años. Se llaman muni, que significa “aquel que realiza votos de silencio”. El hombre moderno podría pensar, “Que buena vida, ¡estar en silencio y no hacer nada!” Pero no sabe que alguien a través de su silencio puede hacer más que lo que otros pueden lograr hablando por diez años. Una persona puede argumentar por meses acerca de un problema y no será capaz de explicarlo, mientras otra, con resplandor interior puede ser capaz de resolver lo mismo en un instante. Pero la respuesta que llega sin palabras explica aún más. Eso es iniciación.
Sin embargo, nadie puede transmitirle conocimiento espiritual a otro, porque esto es algo que se encuentra dentro de cada corazón. Lo que el maestro puede hacer es encender la luz que esta escondida en el corazón del discípulo. Si la luz no esta allí, no es culpa del maestro.
Hay un verso de Hafiz en el que dice “por muy grande que sea el maestro, es impotente ante aquel cuyo corazón está cerrado”. Por lo tanto, iniciación significa iniciación para el discípulo y para el maestro, un paso adelante para ambos. De parte del maestro, un paso adelante con el discípulo con el fin de que éste sea confiable y mejore desde su condición presente. Un paso adelante para el discípulo, porque este abre su corazón; no vuelve a tener barreras, nada que obstaculice la enseñanza en cualquier forma que llegue, en silencio o con palabras, o en la observación de algún hecho o acción del maestro.
Antiguamente los discípulos de los grandes maestros aprendían por un método muy diferente, no con un método académico o una forma de estudio. El método consistía en que, con el corazón dispuesto, con perfecta confianza y credulidad, los discípulos observaban toda actitud del maestro tanto hacia los amigos como hacia las personas que lo miraban con desdén; observaban cómo su maestro soportaba todo en tiempos de dificultad y de dolor; veían lo paciente y sabio que había sido al discutir con aquellos que no entendían, respondiendo a todos gentilmente en su (de ellos) propio lenguaje; demostraba el espíritu maternal, el espíritu paternal, el espíritu de hermandad, el espíritu de niño, el espíritu de amistad, la indulgencia amable, una naturaleza siempre tolerante, respeto por los mayores, compasión por todos, la completa comprensión de la naturaleza humana. Los discípulos también aprendían esto: que ningún debate ni libro de metafísica podrá nunca enseñar todos los pensamientos y filosofía que brotan del corazón del hombre. Una persona bien puede estudiar por mil años, o ir a la fuente y ver si puede tocar las raíces de toda sabiduría y todo conocimiento. En el centro del emblema de los Sufís hay un corazón, es el símbolo de que desde el corazón brota una corriente, la corriente del conocimiento divino.
En el camino de la iniciación se necesitan dos cosas: contemplación y la vivencia de una vida como la que un Sufí debe vivir, y estas dependen la una de la otra. La contemplación nos ayuda a vivir la vida de un Sufí, y la vida de un Sufí ayuda a la contemplación. En Occidente, donde la vida es tan agitada, y donde las propias responsabilidades no tienen fin, nos podríamos preguntar si practicar contemplación, aunque sea solo por diez minutos al atardecer, no sería demasiado si estamos cansados. Pero precisamente por esa razón la contemplación se requiere mas en el Occidente que en el Oriente donde todo, incluso el entorno, es útil para la contemplación. Además, un comienzo debe hacerse en el camino.
Si la contemplación no se desarrolla de forma tal que todo lo que uno realiza se vuelva contemplación, entonces no le hace ningún bien a la persona. Sería como ir a la iglesia una vez por semana y olvidarse completamente de la religión el resto de días. A un hombre que dedica diez o veinte minutos a la contemplación cada noche y se olvida por completo de ella el resto del día, la contemplación no le hará ningún bien. Tomamos nuestra comida a ciertas horas todos los días, sin embargo, todo el tiempo, aun mientras dormimos, el alimento nutre nuestro cuerpo. La idea del Sufí no es retirarse en reclusión o sentarse en silencio todo el día. Su idea es que a través de la contemplación se vuelva tan inspirado que, en el estudio, en cada aspiración, en todos los aspectos de la vida, progrese. De esta manera prueba que su contemplación es una fuerza que lo ayuda a resistir todas las dificultades que le llegan.
La vida que un Sufí debe vivir puede ser explicada en pocas palabras. Hay muchas cosas en la vida de un Sufí, pero la más grande es su tendencia a la amistad; ésta se expresa en forma de tolerancia y perdón, en forma de servicio y confianza. De cualquier forma, que llegue a expresarla éste es el tema central: el deseo constante de demostrar nuestro amor a la humanidad y de ser amigos de todos.
Continuará…
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel