Hazrat Inayat: La vida después de la muerte parte I
Con este post comenzamos una extensa serie de conferencias de Hazrat Inayat Khan sobre un tema de gran interés para cualquiera que siga el camino espiritual, el de la vida después de la muerte.
Amamos nuestro cuerpo y nos identificamos con él hasta tal punto que nos desagrada mucho pensar que este cuerpo, que nos es tan querido, algún día estará en la tumba. A nadie le gusta pensar que morirá y será destruido. Pero el alma es nuestro verdadero yo. Existía antes de nuestro nacimiento y existirá después de nuestra muerte. Aquello que sostiene la concepción de ‘yo’, una entidad viviente, no es el cuerpo sino el alma engañada por el cuerpo. El alma piensa que es el cuerpo. Piensa que camina, se sienta y se acuesta cuando el cuerpo lo hace, pero en realidad no hace ninguna de estas cosas. Una pequeña indisposición del cuerpo le hace pensar: “estoy enfermo”. Una leve ofensa lo abate. Un pequeño elogio hace que se crea en el cielo. En realidad, no está en el cielo, ni en la tierra. Está donde está. La morada del alma en el cuerpo material la engaña tanto que piensa: “solo puedo vivir con comida material, solo puedo estar en la tierra, solo puedo disfrutar de un entorno material”. Sin esto no estoy en ninguna parte, no soy nada.
Hay un dicho persa: “no construyas una casa en el suelo de otro”. Esto es lo que hace el alma. Todo lo que ve, la conciencia lo reconoce como a sí mismo. Su pureza hace que refleje todo lo que está delante de ella, y entonces piensa: “esto soy yo”, tal como el agua clara refleja nuestra imagen. El alma quiere entonces que todo sea muy bonito y agradable para su comodidad y vanidad. Quiere ver bien vestido a su yo objetivo. Entonces quiere cosas muy buenas al respecto. Establece una buena casa, y durante toda esta vida está en la búsqueda de estas cosas. Luego, cuando llega la muerte, este edificio levantado sobre la arena es destruido. Su propiedad recaudada se le arrebata. Esta es una gran, gran decepción. Pierde todo lo que le interesaba. Su retiro hacia su ser puro, y la dispersión de todo el entorno engañoso de la tierra de su vista, lo impresiona con la idea de la muerte, para su horror más grande. Este horror y esta desilusión son la única muerte que existe, porque el cuerpo no es más que una cubierta que cubre nuestra alma y, cuando desaparece, no estamos muertos; así como no pensamos que estamos muertos cuando nuestro abrigo está gastado, o si alguien nos rasga la camisa.
El momento en que una persona muere es el único momento en que siente que está muerta. La impresión de su condición de agonía, la desesperanza del médico, la pena y el dolor de la familia, todo compone esta impresión. Después de la muerte, a medida que se recupera de esta impresión, gradualmente se encuentra vivo; en virtud de la vida que lo mantuvo vivo en su atuendo físico, naturalmente se sentirá extraño en ausencia de ese atuendo, pero no está muerto. Está aún más vivo, porque se ha quitado esa gran carga que por un tiempo le había hecho pensar que el atuendo físico era su vida.
El alma por su poder ha creado los elementos de sí misma y los ha atraído desde afuera. Los ha recogido y los tiene, pero con el uso se desgastan gradualmente y duran sólo un cierto período. El alma sostiene el cuerpo compuesto de todos estos elementos mientras tenga interés en el cuerpo, y mientras el magnetismo del cuerpo lo retenga y su actividad lo mantenga ocupado. Tan pronto como su interés en el cuerpo disminuye, o los elementos que forman el cuerpo han perdido su poder, por debilidad o alguna irregularidad en el sistema, el cuerpo afloja su sujeción y el alma, cuya inclinación innata es liberarse, aprovecha esta oportunidad que le brinda la incapacidad corporal. El resultado de esto es la muerte.
Los elementos comienzan a dispersarse incluso antes de la muerte, pero después de la muerte del cuerpo vuelven directamente a su afinidad, tierra a tierra, agua a agua, y así sucesivamente, cada uno a su afinidad. Y están muy contentos de volver. Cada cosa se alegra de estar con los suyos. Si hay gas cerca del fuego, la llama se dirigirá hacia el gas, porque hay mucho del elemento fuego en el gas.
Uno podría pensar que esto es todo, y que después de la muerte no quedará nada para la persona común que se ha considerado a sí misma como este cuerpo, tan alto, tan ancho, tan pesado, de tantos años; que cuando el cuerpo físico se ha ido, todo se ha ido. Pero no es así; cuando el cuerpo físico desaparece, la mente permanece, la parte más fina del yo del hombre, compuesta de vibraciones. Los elementos existen tanto en las vibraciones como en los átomos; de lo contrario, una persona que está enojada no se enrojecería ni se calentaría. En sueños, cuando el cuerpo está dormido, nos vemos caminando, hablando, actuando, en cierto entorno con ciertas personas. Es sólo en contraste con la condición de vigilia que lo llamamos sueño. Este yo todavía existe después de que el cuerpo se haya ido, la contrapartida exacta de lo que somos ahora, no de lo que éramos cuando teníamos cinco o diez años, sino de lo que somos ahora.
Continuará…
Traducción: Yaqín Anda