Maestro, Santo y Profeta
Hay dos senderos distintos opuestos el uno al otro, los del Maestro y los del Santo. El sendero del Maestro es el sendero de la guerra, guerra con las influencias externas que impiden que uno haga su camino por la vida. El sendero del Santo es también una batalla, pero es una batalla consigo mismo. Sin duda en el camino del Maestro la batalla consigo mismo también es necesaria, porque si uno no lucha consigo mismo no podrá realizar su camino por la vida. Pero el sendero del Santo tiene una batalla constante con el propio ser, porque la naturaleza del mundo es tal que de la persona buena se pide más bondad, de la persona amable se demanda más amabilidad, de la persona que es paciente más paciencia se espera, de la persona que es delicada se pide más delicadeza. No hay fin a las demandas del mundo; de todo lo que uno da todo al mundo, se pide más y siempre se hace bien y está siempre mal. Por lo tanto, no hay fin a la batalla en ninguno de los dos caminos que toman los sabios, y es el guerrero en el sendero de la vida quien al final sale victorioso. Aquellos que no tienen ese poder se quedan deambulando en el mismo lugar.
Es el guerrero en el sendero de la vida quien al final sale victorioso. Aquellos que no tienen ese poder se quedan deambulando en el mismo lugar.
El trabajo del Maestro es consolar a los individuos y consolar al mundo; el trabajo del Maestro es mantener alejados los desastres que podrían venir, ocasionados por la desarmonía de la naturaleza de los individuos y la colectividad; el trabajo del Maestro es ayudar al frágil pero correcto, al débil pero justo, cuando está en una situación en donde se le opone el enemigo poderoso. El trabajo del Santo es consolar al desdichado, proteger bajo su ala de misericordia y compasión aquellos que han quedado solos en la vida, bendecir las almas que cruzan por su camino.
Pero hay una tercera línea de los sabios en la cual hay equilibrio del espíritu del Maestro y del Santo. Esta línea se llama Kemal o perfecta o equilibrada y esta es la línea a la cual lo conduce el destino del Profeta. Porque el trabajo del profeta es más difícil y complicado que el del Maestro y el del Santo. Para las almas que solicitan de él esa compasión que pedirían al Santo, se las da. A aquellos que le piden el poder, esa fuerza que se necesita para poder hacer frente a las arrasadoras olas de la vida, el profeta les da eso. Pero, además, el profeta es el portador del mensaje; el Profeta es el amo y el sirviente al mismo tiempo. El profeta es el profesor y al mismo tiempo el alumno, porque hay mucho que debe aprender de su experiencia por la vida, no para hacerse capaz de recibir el mensaje sino para hacerse a sí mismo suficientemente eficiente para dar el mensaje. Porque Dios le habla al profeta en su lengua divina, y el profeta interpreta en su turno en el lenguaje de los hombres, haciéndolo comprensible para ellos, procurando poner las ideas más finas en los burdos términos del lenguaje del mundo.
La palabra divina es una palabra viva, tal como un grano de maíz. Un grano de maíz no es un grano; en realidad es cientos y miles
Por esto, todo lo que el Profeta viene a dar al mundo, que no se da en palabras, todo lo que no puede darse en palabras, es dado sin palabras. Es dado a través de la atmósfera, es dado por la presencia, es dado por el gran afecto que sale a borbotones del corazón, es dado en su amable mirada, y es dado en su bendición, e incluso la mayoría se da en un silencio que ningún sentido terrenal puede percibir. La diferencia entre el lenguaje humano y las palabras divinas es esta: Que la palabra humana es una piedrecilla, existe, pero no hay nada más; la palabra divina es una palabra viva, tal como un grano de maíz. Un grano de maíz no es un grano; en realidad es cientos y miles. En el grano de maíz hay una esencia que está siempre multiplicándose y que mostrará por sí misma la perfección.
Tr. Baasit Patricio Carrillo
Santos y Maestros, Profetas maravillosos como Jesús, Buda, Zoroastro, Mahoma y tantos otros, ‘conocidos y desconocidos para el mundo, que han sostenido en alto la luz de la verdad’; palabra Viva, granos fértiles que siguen y seguirán dando Vida. ¡Gracias a todos ellos! ¡Alabados sean!