Hazrat Inayat : Maestros de nuestro Destino pt V
En el post anterior, Hazrat Inayat Khan comenzó a describir tres aspectos de la maestría hablando del camino del santo. Continúa ahora con otros dos caminos, el del maestro y el del profeta. Menciona los términos “Qaza”, que significa ‘decreto’ o Voluntad Divina, y “Qadr”, con el que se refiere a la porción de voluntad que reconocemos como fuerza de voluntad humana.
Otro aspecto es el del maestro. Resistencia contra todo lo que aumenta su debilidad, lo que apela a su debilidad, la tendencia a la perseverancia continua, el coraje y la osadía, la firmeza y la constancia, todas esas cualidades se manifiestan en el maestro. Esa es la diferencia entre el santo y el maestro. Uno es activo, el otro pasivo. Uno es resignado, el otro persistente. Pero al mismo tiempo ambos avanzan. Solo que sus métodos son diferentes. Uno es el método positivo, el otro el negativo. Uno es el camino del poder, el otro el de la delicadeza. Sin embargo, ambos tienen su propósito que cumplir en el esquema de la naturaleza.
En el camino del maestro, la voluntad se utiliza principalmente en relación con las cosas externas. En el camino del santo, la voluntad se utiliza para controlar su propio yo. En otras palabras, por momentos se utiliza contra uno mismo. El santo se resigna a Qaza, y el maestro tiene en cuenta Qadr. Pero para conocer la voluntad de Dios es sabio primero tomar la propia voluntad en las manos y usarla sabiendo que es dada para algún gran propósito en la vida.
Y el tercer aspecto es el aspecto del profeta en el que estas dos cualidades se equilibran. Por un lado, el profeta es el poder; por otro, la dulzura misma. Por un lado, el profeta es valentía, por otro es la personificación de la compasión divina. Por un lado, el profeta es entusiasta en su deseo de cambiar la condición de la humanidad, por otro lado, el profeta se ha retirado de todas las cosas de la vida. Todas estas cualidades opuestas se equilibran en el espíritu del profeta.
El trabajo del profeta es un trabajo mayor que el del maestro o el santo. Ellos pueden permanecer entre bastidores, pero el profeta está ante el mundo para despertar a la humanidad, para elevar a la humanidad a una conciencia superior, para inspirarla y para expresar la verdad de modo que tenga eco en la tierra, en el cielo, en todas partes. No te sorprendas, por tanto, cuando oigas que las palabras de Buda o Mahoma siguen siendo apreciadas después de tantos años, o que la personalidad de Cristo sigue teniendo poder después de dos mil años. Han conquistado a la humanidad; fueron profetas porque esa parte de su experiencia, que conocemos en la historia, fue auténtica y seguirá siéndolo siempre. La maestría no es sólo un medio para lograr las cosas del mundo, sino que es aquello por lo cual una persona cumple el propósito de su vida.
Todo lo que se encuentra en la tierra, como el oro y la plata, las gemas y las joyas, todo es para la humanidad. Y todo lo que da felicidad, como el poder, la inteligencia, la armonía, la paz, la inspiración, el éxtasis, la alegría, también pertenece al hombre. El hombre puede hacer de una experiencia celestial su tesoro, lo mismo que de una posesión terrenal. No es necesario que abandone todas las cosas del mundo y se retire. Puede ocuparse de sus asuntos, de su profesión, de sus deberes en la vida y, al mismo tiempo, desarrollar en sí mismo ese espíritu que es el espíritu de maestría. El espíritu de maestría es como una chispa: soplando continuamente sobre ella, crecerá hasta convertirse en un fulgor y de ella surgirá una llama.
El hombre no necesita preocuparse por lo que le falta fuera, porque en realidad todo está dentro de él. Y si mantiene esta idea ante sí y sopla sobre la chispa de la maestría mediante la contemplación constante, entonces un día esa llama surgirá y su vida se volverá clara y su poder será realmente grande.
Continuará…
Traducido por Inam Anda